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Distinto, pero similar

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TOMÁS LINN
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El destino a veces trastoca los mejores planes. La muerte inesperada de Jorge Larrañaga puso en suspenso la estrategia del gobierno sobre cómo afrontar el tema de la seguridad. La designación de Luis Alberto Heber en su lugar, al frente del Ministerio del Interior, abre nuevas interrogantes.

Cuando Larrañaga fue nombrado ministro de Interior, también surgieron dudas pese a que era lógico darle el cargo, por cuanto se había jugado entero a un plebiscito para cambiar la Constitución en aspectos referidos a la seguridad ciudadana. O sea, le venía dando importancia al tema desde mucho tiempo.

La reforma que proponía era sin duda polémica. No todo lo que quería cambiar generaba adhesión. Varios puntos merecieron serios reparos. De todos modos, Larrañaga captó un clima de hartazgo ante la inseguridad creciente y ante la incapacidad para resolver el tema. Eso ayudó a que su proyecto tuviera un número alto de votos, pese a que por muy poco no llegó a la mayoría necesaria. Mucha gente no quiso entrar en la minucia de lo que la reforma proponía, sino que aprovechó para enviar un mensaje claro contra el auge de la delincuencia y el crimen.

Al haber asumido ese compromiso Larrañaga pareció ser el candidato indicado, más allá de que nadie tenía muy claro cómo se desempeñaría.

La fórmula fue sencilla. Un equipo técnico le asesoró en todos los detalles. El ministro se puso al frente, condujo, lideró y trasmitió confianza a la Policía, que respondió con eficacia. Cada elemento fue fundamental para que, en la suma, todo funcionara.

La muerte de Larrañaga obliga a recrear esa fórmula sin que de ella se pierda ninguno de sus elementos. Está obligada a seguir funcionando en la medida que mostró resultados.

Eso puede explicar que Lacalle Pou haya pensado en Heber, una designación llamativa por cuanto el presidente ha sido remiso a convocar a políticos de la generación anterior. Heber parece ser la excepción.

Por cierto Heber no es ni se parece a Larrañaga. Pero como político ducho, sabrá acomodarse a un equipo ya armado y eficiente. Con una modalidad distinta, deberá ejercer un similar liderazgo sobre la fuerza policial.

Los analistas políticos especularon con varios nombres y probablemente el de Heber no estuviera muy arriba en sus listas. Algunos pensaron que tal vez Javier García pasaría de Defensa a Interior. Pero Defensa también es una cartera compleja y delicada, y el ministro está haciendo un buen trabajo allí. Distinto al que hacía Larrañaga en Interior, pero importante también.

Los desafíos que le esperan a Heber son inmensos. Por un lado, seguir con el proceso iniciado de bajar la delincuencia. Necesita continuar con una política que muestre a una Policía eficaz y severa, capaz de resolver casos, atrapar criminales y contener desordenes sin caer en desbordes. Eso hasta ahora venía bien.

Lo más preocupante dentro de esa complicada maraña es la lucha contra el narcotráfico en todas sus dimensiones. Aquellos crímenes que anteriores ministros subestimaron con la tan mentada frase de que eran meros “ajustes de cuenta”, por no haber sido contenidos en su momento hoy son más difíciles de enfrentar. Estas bandas copan barrios, condicionan la vida de sus vecinos, despojan a familias de sus casas y asesinan a muchos jóvenes que creyeron que se trataba de un negocio fácil y tarde descubrieron que sus reglas eran mortales.

Hay que estar muy preparados para enfrentar esta realidad. No fue una tarea fácil para Larrañaga. No la será para Heber, ni para el equipo que lo rodea.

Lacalle Pou ha conformado un gabinete interesante. Hoy se lucen los ministros en áreas vinculadas a la pandemia, pero con muy raras excepciones, el nivel general es bueno y la sintonía afinada. Este es el tercer cambio que hace desde que asumió. El primero fue a partir de la renuncia de Ernesto Talvi. El segundo fue el nunca bien aclarado pedido del cargo a Pablo Bartol, más allá de que todo indique que fue amistosamente acordado. El tercero e inesperado, es el que se produce a partir de la muerte de Larrañaga.

El presidente parece tener buena puntería para designar ministros aunque en algunos casos las designaciones no dependen de su olfato sino que están, como es lógico, condicionadas por el hecho de gobernar con una coalición de partidos.

La pandemia y cómo enfrentarla ocupa la mayor parte de la atención del país, del periodismo, de los gobernantes. No es para menos. Se trata de luchar contra un virus extremadamente contagioso que se resiste a irse. No hay cura contra ella todavía descubierta (sí algunos paliativos) y las vacunas desarrolladas en tiempo récord son de relativa eficacia. Ayudan, pero no alcanza.

Sin embargo, otros temas siguen presentes en la agenda pese a que no se notan: la economía, la educación, la seguridad.

El tiempo (en un plazo más bien corto) confirmará si la designación de Heber como ministro fue acertada. No había muchas opciones, el perfil de la persona elegida parece adecuado y una vez que se lo vea en acción, se sabrá.

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