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¿Antes o después?

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LUIS ALBERTO LACALLE

Pocas veces la humanidad ha sido testigo y participe de una crisis como la que se arrastra, por todo el mundo, desde hace tres años. Si bien se la focaliza a los efectos de las informaciones, en Europa y la suerte del euro, es sistémica, da cuenta de una de las facetas menos queridas pero más evidentes de la globalización. No hay naciones ni grupos de países que escapen a los miles de conexiones que llevan los males financieros y económicos a todos.

Seguramente que hay quienes, con razones de peso, diferencian lo financiero de lo económico. Se trata de una discusión interesante pero que esta vez se realiza sobre caliente sobre los hechos cotidianos Si a ello agregamos que las elecciones se celebran en fechas en cada país, la ecuación política se complica.

Hemos asistido a esta discusión. Los más superficiales comentarios aluden a la crisis de los años 30 y sacan consecuencia y proponen medidas similares a las de antaño. De aquellos años no nos separan solamente ochenta años, nos separa el abismo de las transformaciones técnicas y culturales ocurridas en ese lapso, sobre todo estas últimas.

No hay duda de que la cultura es la que ha modificado el mundo, cambiando las formas de comportamiento respecto del dinero, su gasto o ahorro, las necesidades -reales o inducidas- de consumir, la fortaleza o debilidad que el sufragio concede a los gobernantes y los medios tradicionales o novísimos de conexión social que nos entrelazan y condenan a un destino común.

Dos comentarios de estos días nos parece de interés destacar. Uno de ellos, critica la falta de liderazgos fuertes en el campo político. El siguiente es la correcta observación de que en el mundo actual ni en el plano de lo económico ni en de lo militar, hay hoy una potencia dominante en el panorama mundial. Ya no hay quien pueda imponerse con el argumento de sus armas, no hay como otrora un centro de poder que mande parar, que apague los fuegos de las docenas de conflictos que marca el mapa. Nadie puede porque el poder ya no es el del músculo militar solamente, hoy corta por el campo de las religiones, los bancos, los regímenes de seguridad social, todos ellos inmunes al poder crudo de otros tiempos.

No quita ello que todos los países y las asociaciones que los unen, adopten las medidas que conocen y busquen otra que se pueda imaginar. Aparecen propulsores de una mayor liberación económica y proponentes del ajuste.

Todos tienen algo de razón. Ocurre que son demasiados y muy diversos los actores. Es ineludible pasar por los electorados, que, siendo los mismos que votaron a quienes prometían villas y castillos, son quienes se indignan cuando aparecen las inevitables consecuencias de esas políticas No se le exija al votante más de lo que se puede, la hora es de líderes, de los grandes.

No todos los países están ante la inminencia de la crisis. Regiones y países hay que todavía no han llegado al momento de la verdad, pero llegará. Es para nosotros el dilema. ¿Es antes el momento de tomar medidas? ¿O será después del temporal?

Siendo verdad aquello de que gobernar es prever, no hay duda respecto de la respuesta correcta. Actuar antes, usar los márgenes de maniobra al alcance de la mano es no solo prudente sino que necesario.

Nuestro país está a tiempo de achicar el gasto, de liberar las fuerzas reales de la economía, de mejorar la competitividad de manera de ofrecer menos margen a lo malo que inevitablemente vendrá. Somos demasiado pequeños como para creer que veremos la tormenta pasar de largo.

¿Hay conciencia en el gobierno de esto, lo entienden de esta manera los técnicos que lo asesoran? Todo muestra con demasiada claridad que no es así, o por lo menos, sus acciones así se empeñan en expresarlo.

La Rendición de Cuentas es la prueba.

Los tiempos que corren dictaban la sabia medida de un proyecto de un solo ar-tículo. Más allá de las expectativas particulares de los segmentos sociales y aun de la notoria justicia de alguna medida puntual, no está el horno para bollos.

Conductores conscientes de ello habrían necesitado explicarlo clara y sinceramente. Por supuesto que dando el ejemplo y borrando de la legislación presupuestal aquellos artículos que abrieron la canilla para designaciones de cargos de confianza, partidas para contratos, derroche vigente, regalías excesivas a las inversiones que, muchas veces gozan de exoneraciones que no solo cuestan al fisco sino que colocan en notoria situación de desigualdad a quienes ya están instalados. Encerrarnos en la región que nos castiga y oprime, acordarnos de la China y las otras opciones en la mitad de período de gobierno, negarnos a soltar las fuerzas de inversión privada para hacer -¡hacer!- la obra pública que es vital.

Cuando la Argentina va, por decisión propia, al abismo no es el momento da abrirnos a sus solicitudes interesadas, sino de volver a ser, dentro de todas las normas requeridas, el refugio para los capitales de los vecinos.

En el mundo hay dinero. Busca y no encuentra en nuestro país las oportunidades de otrora. En la prosperidad se achican las deudas, no se aumentan. Hay tiempo para tomar las medidas correctas. Hay mayorías absolutas y por ello absoluta responsabilidad de hacer lo necesario.

Son los momentos que muestran la talla de los gobernantes. Nadie los desea pero son ineludibles. Si para decidirse a actuar hace falta un apoyo, está a la orden.

Eso sí, hay que merecerlo.

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