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TOMÁS LINN
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El movimiento sindical se enfrascó en una campaña para juntar firmas y derogar la LUC en un momento en que el país pasa por una emergencia sanitaria.

Uno de los artículos cuestionados es el referido a la seguridad y para darle peso a sus argumentos se ha vuelto necesario mostrar que nada que haga la Policía está bien.

Es una lástima que justo ahora priorice esto ya que hubiera sido bueno que el sindicalismo, con su histórico peso, usara toda su influencia en ayudar a la causa de tomar los cuidados necesarios para evitar la expansión de la epidemia.

En lugar de criticar un procedimiento policial que hubiera pasado inadvertido de no haber sido por la actitud destemplada y agresiva de quienes fueron invitados a retirarse de una plaza, debieron haber insistido en que la prioridad era tomar los cuidados necesarios. O sea, darle una mano al país.

El presidente del Pit-Cnt, Fernando Pereira, habló con el ministro Jorge Larrañaga para expresarle su preocupación por lo ocurrido el domingo a medianoche en la Plaza Seregni. Entiende que la Policía actuó en forma “desmedida” en su intento de poner fin a una reunión multitudinaria. Sin embargo, los videos que circularon muestran que lo desmedido fue la reacción de la gente ahí reunida.

Además de arrojar objetos, le gritaron insultos a la cara de los agentes. De haber sido un procedimiento desbordado, la situación no hubiera permitido que se les griten cosas tan de cerca. Lo que hubo fue una deliberada provocación para que la Policía terminara haciendo lo que nunca hizo.

Parecería predominar el deseo de que los resultados obtenidos para contener la epidemia, se desmadren. Y además hay una evidente intención de hostigar a la Policía para que reaccione y así luego denunciarla por represión violenta. Hasta ahora ese objetivo no se logró, pero vaya si se intenta.

Tal estrategia facilitaría la campaña por el referéndum y en esa línea razonó el senador Charles Carrera cuando explicó los motivos para interpelar al ministro del Interior, al decir que el Frente Amplio no compartía el diagnóstico del gobierno en cuanto a seguridad pública. “La aplicación y el diagnóstico tanto del presidente como del ministro del Interior es un diagnóstico equivocado”, dijo. Sin embargo, fue por como estaba la situación de seguridad (entre otros motivos) que hace apenas un año la ciudadanía votó para que el nuevo gobierno hiciera exactamente lo que Carrera entiende que es equivocado.

La aglomeración no es por sí ilegal ni clandestina aún en plena emergencia sanitaria. No lo es incluso en un momento en que los contagios suben, con un leve pero llamativo aumento de internados en CTI (esa es la cifra que importa atender). Pero es inconveniente.

Después de ocho meses de restricciones, la gente empieza a hartarse. Aún en un Uruguay donde ellas han sido laxas en comparación a lo que sucede en el resto del mundo. El dilema es que, como dijo un conocido médico, con todos estos recaudos “la gente se está cansando, el virus no”.

Ese sigue siendo el problema. No se trata de “a mí no me pasa nada”, ya que si bien el virus puede no afectar a unos, ellos igual contagian a otros. He ahí el drama de la pandemia: un contagiado asintomático celebra su suerte y olvida que tal vez ya enfermó a los demás.

Las razones personales que algunos aducen para no usar tapaboca desestiman que no es para uno que se requiere su uso, es para proteger a los de al lado. No es un asunto menor, se trata de ser considerado con el resto.

Fueron los vecinos los que alertaron a la Policía sobre lo que pasaba en Plaza Seregni. Seamos honestos, de no haber habido emergencia sanitaria, hubieran llamado igual. Esto era una aglomeración grande y ruidosa en plena medianoche. ¡Cómo no van a sentirse molestos quienes viven ahí y pretenden descansar! Como en muchas ciudades del mundo, existen normas municipales respecto a ruidos molestos, solo que en Montevideo es tradición despreciarlas. Esto ya se vio con lo de los boliches abiertos con bullicio y música hasta cualquier hora, pese a las protestas de quienes vivían cerca. Hasta no hace mucho tiempo pasaba con los tablados carnavaleros cuando seguían hasta las dos de la mañana con total desprecio al vecindario. Quién protestaba, además, era mal visto: ¿Cómo atreverse a cuestionar el carnaval? En realidad no se cuestionaba al carnaval, sino el ruido.

Todas estas cosas, el ruido pero también cuidar a los demás en tiempos de pandemia, tienen que ver con el respeto a pautas de convivencia y a mostrar cierto grado de civilidad.

Si Pereira y todo el Pit-Cnt lo tuvieran claro, en lugar de adjudicarle culpas que la Policía no tiene para juntar firmas para su referéndum, estarían haciendo campaña para que los uruguayos convivan con respeto de unos hacia otros y con consideración y cuidado en términos sanitarios.

El Pit-Cnt es una organización social con enorme influencia. Cuando hay una emergencia sanitaria, debería usar todo ese peso para colaborar con una causa que nos atañe a todos por igual.

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