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Consignas huecas

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tomás linn
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Las interpretaciones sobre cómo se originó, circuló y pegó el tan temido virus son tantas, tan dispares (y algunas tan disparatadas) que por momentos la gente se siente desorientada.

Lo cierto es que cruzó muchas fronteras, geográficas e ideológicas, y afectó a mucha gente, rica y pobre. No parece ser un virus que anda por el mundo haciendo disquisiciones ideológicas sobre su existencia. Circula, contagia y pega duro. Es su única función.

Por eso llamó la atención que el exintendente capitalino, excandidato a la presidencia y actual candidato a la Intendencia, Daniel Martínez, haya afirmado con total certeza que “el coronavirus ha dejado en descubierto la peor versión del capitalismo”.

La pregunta es cómo sustenta esa afirmación. Se podía haber dicho con alguna variación y hubiera tenido el mismo valor. Pudo haber dicho que la pandemia era la peor versión del socialismo, del comunismo, del mercantilismo, del imperialismo, del corporativismo, del fascismo, del nazismo y nada hubiera agregado a la comprensión de un fenómeno tan removedor.

Está de moda echar la culpa del coronavirus a diferentes “ismos”, casi con sentido esotérico. Quizás Martínez se haya sentido alentado por la audiencia a la que se dirigía, el Grupo de Puebla, donde es bien visto que se hagan afirmaciones al barrer, sin fundamentos pero capaces de enardecer a sus miembros. Hace poco el presidente argentino Alberto Fernández hizo un inflamado llamado a la oposición chilena a ganarle al actual gobierno en las próximas elecciones. Algo explicable en un militante de barricada, no para el presidente de una nación que tiene relaciones cercanas con quien gobierna el país vecino.

Lo de Martínez no fue para tanto. Solo pareció una consigna simplona, típica de una pancarta a desplegar en estas manifestaciones hechas por gente que luego, cuando tiene oportunidad de defender sus posturas, prefiere no hacerlo. Sus argumentos no pasan de consignas ramplonas pintadas en un cartel; a la hora de la verdad, no tienen nada que decir.

Hay que reconocer que Martínez ofreció un argumento al valorar “la importancia del rol del Estado frente a la crisis económica que está atravesando el mundo ante la pandemia”.

La cuestión es que una realidad no descalifica a la otra. El rol del Estado para enfrentar las dramáticas consecuencias económicas y sociales de esta emergencia sanitaria ha sido fundamental. El caso uruguayo es un ejemplo claro. Se pusieron en marcha los funcionamientos previstos en un asentado sistema de seguridad social: seguros de paro y de enfermedad, subsidios, créditos blandos y una larga lista de propuestas todas financiadas por las arcas públicas.

¿De dónde saca el Estado ese dinero? En parte de lo que sus ciudadanos, las empresas, el comercio, la industria, el agro, la cultura aportan año tras año en forma de impuestos. Y en parte, porque recurre a préstamos. En otras palabras, esos tan elogiados buenos reflejos del Estado fueron posibles porque los financió el capitalismo. Quizás lo haya hecho su “peor versión”, al decir de Martínez, pero es evidente que sin capitalismo del bueno o del malo, del deseable o del aborrecible, ese dinero no hubiera estado disponible.

La emergencia sanitaria exige desembolsos enormes por parte del Estado para evitar un desastre social y una paralización económica. Es inevitable además, que cuando la epidemia llegué a su final (que algún día lo hará), todos los estados (el nuestro incluido) terminarán exhaustos y con sus arcas vacías. Habrá que buscar la forma de llenarlas otra vez.

Los que llevan pancartas al estilo de los dichos de Martínez, tendrán que aceptar que solo el capitalismo será capaz de hacerlo: las empresas produciendo riqueza a través de la industria, el agro, el comercio, la banca y hasta el mundo de la cultura, del entretenimiento y el deporte.

Hubo protestas porque se redujeron los sueldos altos de empleados públicos y no los del sector privado. Esos reclamos pasan por alto que en cuarentena muchos empleados públicos se confinaron en sus casas pero siguieron cobrando sus sueldos. Quienes vivieron igual situación en el sector privado, sin embargo, fueron a seguro de paro mientras que otros lisa y llanamente fueron despedidos, hayan sido sus sueldos altos o bajos.

Lo cierto es que el Estado recauda si hay gente que gana dinero. Los tributos rinden en función de lo mucho o poco que ganan las empresas y quienes trabajan en ellas. No sería una buena idea recortar salarios en el sector privado pues se recaudaría menos. Y por la misma razón es una mala noticia para el Estado saber que una empresa cierra por causa de la pandemia.

Es bueno ser honestos y dejar las consignas huecas a un lado. Guste o no, se lo vea o no como el peor de los males, lo que terminará reviviendo a los estados, y al nuestro en particular, será la genuina actividad productiva que hoy en el mundo funciona dentro lo que se conoce como el capitalismo. Por el momento no parece haber alternativa mejor. Peor siempre hay.

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