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Camino sin retorno

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TOMÁS LINN
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El presidente Lacalle Pou dio un gran paso al insistir en que el Mercosur no debía convertirse en un lastre para sus países miembros. La respuesta destemplada y contundente del presidente argentino puso en evidencia que el paso dado por Lacalle Pou no tiene retorno.

Ahora solo resta seguir hacia adelante.

Los principales competidores de Uruguay en el mundo llevan una larga delantera en esto de negociar acuerdos comerciales para exportar sus productos a mercados codiciados con aranceles más bajos. Una ventaja que Uruguay no tiene. Ahí pierde.

Los principales movimientos en política exterior desplegados por el presidente, apuntan al objetivo de consolidar esa mejor inserción internacional.

Durante sus dos presidencias, Tabaré Vázquez intentó negociar varios tratados comerciales pero encontró dos barreras infranqueables. La primera fue el Mercosur. La segunda fue el propio Frente Amplio, que no cree en el libre comercio y prefiere que Uruguay sea un país cerrado.

Lacalle Pou cuenta con apoyo y voluntad política para avanzar hacia una mayor apertura comercial. Pero para ello debe pelear para “flexibilizar” el Mercosur. Tuvo reuniones personales con los tres presidentes socios y dos de ellos están dispuestos a explorar una solución. Importa que Brasil se haya interesado, dado su peso en la región y porque es obvio que se está alejando de su larga tradición proteccionista.

En el episodio ocurrido en la reciente cumbre del Mercosur, Lacalle nunca acusó a Argentina de ser un “lastre”, tan solo dijo que había que evitar que el Mercosur (no Argentina) se convirtiera en uno. El presidente argentino respondió a algo nunca dicho. O bien creyó que Lacalle aludía a su país o bien actuó como el patrón del Mercosur con potestad de indicarle a otros que “se bajen”. Tal vez eligió entender algo no dicho porque el kirchnerismo suele usar la política exterior como un instrumento de política interior, dirigida a contentar a su hinchada.

El entredicho definió cosas y los dados están echados: Uruguay no puede retroceder. Deberá negociar a ritmo sostenido una solución con el apoyo de Brasil y Paraguay, que de modo algo atenuado se alinean a la posición uruguaya. Lacalle Pou demostró ejercer liderazgo en varios frentes. Ahora deberá hacerlo en este, que es crucial para Uruguay. Cuanto mejor coloqué sus productos, más divisas entrarán al país y mejor calidad de vida tendrán los uruguayos. Parece de perogrullo, pero es así.

El desafío es inmenso y los plazos son acotados. Los mejores expertos del gobierno deberán ponerse a trabajar, pensando en dos frentes.

El primero es lograr el objetivo: un Mercosur flexible que permita que cada socio pueda hacer acuerdos por su lado.

El segundo es empezar ya mismo a preparar un “plan B”. Un plan que quizás nunca deba usarse, pero tiene que estar a mano. Apostar a mejorar el Mercosur, sí, pero si la obstinación de algún socio proteccionista no cede, Uruguay podría encontrarse en una situación límite que lo obligue a irse. Para ese extremo, necesita tener previsto el camino a tomar. La experiencia del Brexit demuestra que dejar una organización de estas características no es fácil y la salida no se improvisa.

También será necesario insistir desde ahora en hacer acuerdos convenientes y no empezar recién cuando el Mercosur otorgue su visto bueno. Urge, por ejemplo, conversar hoy con el Reino Unido. Si bien Londres dice que Uruguay todavía no es su prioridad, es necesario mostrar interés y moverse ya en esa dirección.

Llamó la atención la rápida reacción del Frente Amplio ante lo sucedido en la cumbre virtual. Como es su costumbre, el Frente primero ataca al gobierno y después piensa. En realidad no piensa. Ni después ni antes.

El kirchnerismo siempre despreció a Uruguay, sin importarle quien gobierna o cuan “progresista” es. El desdén exhibido por Alberto Fernández anta Lacalle, fue una nimiedad comparado con el virulento ataque de Cristina Kirchner al entonces presidente Tabaré Vázquez, el día que asumió su primera presidencia ante todo el Congreso argentino y los varios presidentes latinoamericanos invitados a la ceremonia. A eso se sumó el sitio contra Uruguay (durante los gobiernos frentistas) con el corte de los puentes, en un gesto que lindó en lo bélico. Si bien después Cristina Kirchner tuvo una relación confianzuda (pero no de confianza) con el presidente Mujica, muchas veces le jugó sucio. La oposición de entonces nunca criticó al gobierno en estas situaciones. Al contrario, le dio su apoyo.

Por otra parte, el Frente Amplio como tal cada vez que pudo frenó y bloqueó los intentos de hacer tratados, en especial los que quiso impulsar el también frentista Vázquez.

Lo de la cumbre no fue un episodio más. Para Uruguay fue su momento de inflexión. La urgente política de ingresar de la manera más conveniente a los mejores mercados del mundo, entró en un camino sin retorno. Para bien de los uruguayos.

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