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Los cambios que vienen

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TOMÁS LINN
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Tras las elecciones, quedó todo armado (o casi) hasta el siguiente lustro: un gobierno nacional y un Parlamento que funciona desde marzo y 19 gobiernos departamentales que asumirán en dos meses.

Se inicia, pues, una nueva etapa que trasciende al frío número de votos y resultados. Está ocurriendo una reformulación generalizada en la política y en la renovación de liderazgos, que abarca a todos los partidos e implica cambios de figuras y también de estilos y modalidades. Eso implica una saludable revaloración de la buena política que se practica de manera distinta a como lo hicieron los que estuvieron en el escenario estos 35 años.

Pionero en este profundo cambio de liderazgos y modos de hacer política, ha sido el Partido Nacional que desde 2014 y con Luis Lacalle Pou al frente, viene dando pasos en esa dirección. El “estilo Lacalle” está obligando a los demás a acomodar sus piezas. Usa un manual, por así llamarlo, de cómo hacer política que funciona. Quienes recurren a similares manuales, más allá de las obvias diferencias ideológicas, están viendo sus resultados. El frentista Yamandú Orsi, reelegido a Intendente de Canelones, es un ejemplo.

Si bien el Frente mantiene un bastión inexpugnable en Montevideo y otro en Canelones, confirma con esta elección el terreno perdido en la primera vuelta de octubre de 2019. Esto es natural: tras 15 años de gobierno hubo desgaste y tropiezos, su retórica cansó y la gente se hartó. Algo parecido le sucedió a blancos y colorados en 2004. Les tomó mucho tiempo recomponerse desde el llano; a los colorados más que a los blancos y lo mismo le sucederá al Frente.

Su retroceso coincide con el fin de un ciclo marcado por el liderazgo compartido entre Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori. Emergerán nuevas figuras y se terminará de reordenar un nuevo equilibrio de fuerzas dentro del Frente, que no será exactamente igual al que surge con estas elecciones. Es verdad que el Partido Comunista apoyó a Carolina Cosse, pero no fue el único. Ni Cosse es un típico rígido cuadro comunista.

Se habla de una reducción del sector moderado del Frente con la casi desaparición del astorismo y lo probaría la mala votación de Daniel Martínez. Sin embargo lo que pudo haber sido el astorismo pareció dispersarse en diferentes grupos. Mario Bergara, por ejemplo, apoyó a Álvaro Villar.

Ahí se dio otra paradoja: tanto Villar como Orsi (el político al que todos prestarán especial atención de aquí en más) contaron con el apoyo del MPP, pero no parecían encajar con un grupo que funciona con un aparato pesado, rígidamente ideológico que cumple la función propia de un comisario político. Ambos candidatos fueron abiertos, dispuestos al diálogo y prestando clara atención a una población que más allá de lo que vote está sensible a las contradicciones y conductas frentistas. La cuestión es saber cómo se resolverá esa paradójica tensión. ¿Los aparatos se impondrán sobre figuras como Orsi? ¿O surgirá, en torno a estas figuras, un sector moderado totalmente nuevo y distinto a lo ya conocido?

El Partido Colorado sigue con su mala racha. Sin embargo en Montevideo el sector Ciudadanos votó mejor que el sanguinettismo, pese al reciente “autodescabezamiento” de su fundador Ernesto Talvi.

Sanguinetti se quejó de la actitud blanca en algunos departamentos donde al no haber coalición, el candidato nacionalista avasalló en casi todos los casos, o se dio una situación como la de Salto, donde terminó ganando el candidato frentista con una mayoría relativa. Sin embargo, pese a su queja Sanguinetti sigue convencido de que la coalición es la única salida a mediano plazo y entiende que debe continuar apostando a ella en un proceso de aprendizaje y ajustes.

La coalición en Montevideo no votó tanto mejor que en anteriores elecciones aunque sí obtuvo un alcalde más. De todos modos demostró algunas cosas. Sus seguidores se sintieron más motivados y movilizados que en otras campañas. Laura Raffo impuso su agenda a sus adversarios al arrancar sus recorridas por los barrios periféricos y lanzar la consigna de “el Montevideo olvidado”. Así obligó a sus tres adversarios frentistas a darle importancia a esa realidad pese a creer que la sensibilidad social era solo propiedad de ellos. La situación de los barrios marginados corroboró lo contrario. A esto se sumó la fuerza, el compromiso, el carisma y el innegable olfato político que demostró tener Raffo.

Lo que no debería ocurrir, desde la lógica de la coalición, es que el esfuerzo desplegado se frene aquí. Sería como retroceder respecto a lo ganado y resignarse a que irremediablemente el Frente gane Montevideo en 2025. La coalición debe consolidar desde ahora equipos que trabajen sobre el terreno día a día. Trascendió que a Raffo se le ofrecerá la presidencia de República AFAP. Condiciones le sobran para hacer ahí un magnífico trabajo. Pero la coalición debería tener claro que si eso ocurre, ella quedará definitivamente fuera del espacio político mientras ejerza ese cargo. Sería como perderla.

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