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Que además sea linda

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Tomás Linn
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Se trata de una manzana entera. Está entre las calles Panamá, Paraguay, Guatemala y la avenida Rondeau: en plena zona de las barracas. O más bien de lo que era una zona de barracas dado que lentamente, muy lentamente, deja de serlo.

Las viejas fachadas de edificios ya demolidos sirven de un muro alto que encierra lo que hay dentro de la manzana. Que no es más que un depósito municipal a cielo abierto donde están amontonados autos y motos viejos; pura chatarra.

En un tiempo la Intendencia quiso hacer allí una suerte de terminal de ómnibus urbanos, desde donde se harían transbordos a diferentes puntos de la ciudad. La idea fue dejada de lado. No parecía ser un lugar donde hubiera el tipo de movimiento que exige una terminal o un lugar de transbordos. Aquella propuesta más bien intentaba darle un uso al terreno ya que lo tenían, nada más.

Según informó hace unas semanas "El País", desechada esa idea, la Intendencia se mostró interesada en vender el predio como si no hubiera otra alternativa.

¿Por qué no convertirlo en una plaza? Resulta extraño que la Intendencia no haya analizado esa posibilidad. O si lo hizo, que la haya descartado.

Se trata de una zona en transformación. Muy lenta, como todo en Montevideo. Pero a las dos manzanas de edificios de apartamentos, que existen desde hace tiempo y son conocidos como los

"Aguada Carve", se suman una serie de nuevos edificios construidos a pocas cuadras de ahí, a lo largo de Rondeau y de Paraguay. A ellos habría que agregar la Torre de Antel y la moderna construcción de la zona franca "Aguada Park", que a su vez anuncia que proyecta levantar una futura torre. Y algún día vendrá la recuperación y restauración de la Estación Central y sus hermosos galpones de ladrillo oscuro sobre la calle Paraguay.

Es probable que algunas de las barracas allí establecidas terminen estableciéndose en el anillo perimetral de Montevideo. Tomará sus años, pero sucederá. Ello acentuará la transformación de esa zona en un lugar de edificios para vivienda y para oficinas.

De ocurrir así, circulará por ahí mucha gente y por lo tanto será necesario ofrecerle un lugar de esparcimiento, un espacio verde.

Montevideo es una ciudad que tiene escasas plazas para el uso de sus habitantes. La presencia de la rambla suele engañar tanto a autoridades como pobladores en cuanto a que existe allí un extenso espacio abierto que ofrece aire libre y sano y mucho lugar de esparcimiento. Pero ello solo sirve para quienes viven en la costa y Montevideo es mucho que más eso.

Necesita plazas y parques hacia adentro, con mucho verde que rompa tanto cemento. Con árboles frondosos en verano y de hoja caduca para que deje pasar la luz en invierno. Y ubicadas en el corazón mismo de los barrios más populares.

En los últimos tiempos se concretaron proyectos importantes. Uno de ellos esa la interesante transformación a orillas del arroyo Miguelete, en la zona donde lo cruza Bulevar Batlle y Ordóñez. Ahí se procuró recuperar una zona que parecía ir hacia un rápido deterioro. El otro es la plaza Seregni, en un barrio densamente gris y para lo cual se aprovecharon terrenos municipales que antes eran usados como galpones.

El resultado, en este caso, provoca sentimientos contradictorios. Fue una buena y necesaria idea. Se plantaron numerosos árboles, algunos de crecimiento rápido lo cual permitió que la plaza presente hoy un aspecto frondoso, pese a su reciente construcción. Pero algunos de esos árboles presentarán serios problemas en poco tiempo. Lo que debería hacerse, consolidado ya un buen parque, es ir sustituyendo muy de a poco los árboles más problemáticos por plantar otros de impronta noble.

Pese a todas estas bondades, la plaza está construida (no diseñada) sobre parámetros muy "baratos" que sería deseable que no se repitan en otros proyectos. Muchas veces he dicho que Montevideo tiene un enorme atraso en obras públicas que hace tiempo fueron necesarias, después urgentes, luego imprescindibles y ahora impostergables, pero nunca se hicieron.

A eso se suma otro aspecto: el de que sea una ciudad hermosa, que las obras que se concreten no solo la hagan más funcional, sino también más linda. El buen gusto se convirtió en algo inexistente y con los años el aspecto de la ciudad empeoró aunque no lo perciban así los que gobiernan Montevideo ni sus técnicos que fueron formados para que las cosas horribles que se reproducen a diario, no se sigan haciendo. Hay mucho mamarracho en las calles. Algunos que ya nunca serán demolidos.

Sería una buena señal que el amurallado terreno baldío frente a la Torre de Antel se convierta en plaza. Quienes viven en la zona lo apreciarían y el creciente número de gente que trabaja allí, también. Que sea una plaza clásica, un pulmón en medio de tanto ajetreo, un lugar fresco, protector, frondoso y por encima de todo, lindo. No vanguardista sino tan solo eso: lindo.

¿Podrá la Intendencia Municipal de Montevideo, por una vez al menos, responder a ese clamor y dar una buena señal?

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