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Uruguay y la vieja trenza

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SERGIO ABREU
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Todo hace sentido en la Cuenca del Plata: la fundación de la Colonia del Sacramento en 1680, la de Montevideo en 1724, la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 y en especial el proyecto político y económico social de Artigas.

Ya en 1811, porteños y portugueses querían terminar con Artigas. La Banda Oriental es invadida y sus pobladores siguen al caudillo en su éxodo. En 1815 las fuerzas de Artigas entran en Montevideo, se aprueba el Reglamento de Tierras y la Liga Federal lo reconoce Protector de los Pueblos Libres. Como respuesta, en 1816, una trenza porteño-lusitana acuerda la invasión de un ejército portugués para eliminar al molesto oriental. En enero de 1817 el General Lecor entra en Montevideo y en setiembre de 1820 Artigas se asila en el Paraguay.

Por otro lado, en 1821 un amañado Congreso Cisplatino decidió incorporar la Provincia Cisplatina al Reino de Portugal, Brasil y Algarve. En 1825 una Cruzada Libertadora salió de Buenos Aires e ingresó a la Provincia. Luego de la batalla de Sarandí, la declaración de la Sala de Representantes de Buenos Aires llevó al Imperio del Brasil a declarar la guerra a las Provincias Unidas. Los ingleses mediaron y tres años después los beligerantes firmaron la Convención Preliminar de Paz en 1828. Nacía un nuevo Estado pero todavía sin límites. La trenza porteño-lusitana lo apadrinaría.

El 18 de julio de 1830 se jura la primera Constitución. En poco tiempo, una guerra enfrenta a las Provincias Unidas con Brasil y la trenza se anuda nuevamente. Urquiza y el Imperio derrotan a Rosas en Caseros, Oribe abandona el sitio de Montevideo y se firma la paz de la Unión en octubre de 1851.

En la década de 1860, Mitre y Pedro II suman a la trenza al oriental Venancio Flores como pago por el apoyo militar recibido para derrocar el gobierno de Berro. Se procede a la firma del infame Tratado de la Triple Alianza, que como dijera el ilustre Alberdi, le daría al gobierno de Mitre el pretexto internacional de una guerra contra el Estado Oriental y Paraguay, que solo encontrando “abominables y monstruosos” esos dos gobiernos podía justificarse. Un Paraguay destruido sufrió recortes a su territorio acordados en forma secreta por la trenza aliada. ¡Qué cinismo!

Entrado el siglo XX Juan Domingo Perón y Getulio Vargas fortalecieron la presencia del Estado en la economía coincidiendo con el modelo batllista en el Uruguay: un Estado empresario protegido por monopolios públicos; la contracara de un mercantilismo comercial que autorizaba a importar bienes solo a empresarios amigos.

En la década del 50 Presbisch desde la Cepal impulsó el modelo de sustitución de importaciones para América Latina. Brasil, Argentina apostaron a la industrialización igual que Uruguay bajo la presidencia de Luis Batlle.

En la década del 70 tiempos de dictaduras militares, se firmaron dos protocolos de comercio con Brasil y Argentina: el PEC y el Cauce. Vuelta la democracia, entre 1984 y 1989 Alfonsín y Sarney acordaron 24 protocolos bilaterales y en 1990 registraron en Aladi un Tratado de Libre Comercio. Como reacción, Uruguay y Paraguay expresaron su deseo de incorporarse. Se firmó entonces el Tratado del Mercosur en 1991.

En 1994, la trenza negoció posiciones con medianos resultados y se firmó el Tratado de Ouro Preto. Meses después, Brasil devaluó afectando seriamente el comercio del Uruguay y la crisis financiera argentina del 2002 lo colocó al borde del default. El presidente Jorge Batlle, era un confeso liberal en lo económico, distante de las ideas de su tío abuelo José y de su padre Luis.

A partir del 2005 la trenza porteño-lusitana dialogaría con los gobiernos del Frente Amplio en el Foro de San Pablo. El “tuerto”, la “vieja” (dijera Mujica) y el lulapetismo hicieron un nudo empapado de ideología, crearon la Unasur y con Chávez y Maduro apostaron al populismo socialista. Pero la posición del Brasil cambió al acceder Bolsonaro a la Presidencia. La apertura marcó un nuevo camino en sintonía con el gobierno de Macri y la vieja trenza con otro libreto impulsó la firma del Tratado entre el Mercosur y la Unión Europea.

En estos días, la Argentina cambió con las recientes elecciones. El ancient regime de los Fernández amenaza volver a la Casa Rosada: ¿qué va a suceder con Brasil? ¿Argentina romperá con la centenaria trenza? ¿Podrán convivir estos socios políticamente y comercialmente?

La historia enseña por analogía. La trenza avizora otros nudos porque Brasil y Argentina están condenados a entenderse. Brasil es el mayor mercado de Argentina, mientras que Argentina es el tercer mayor mercado de Brasil. Ambos se necesitan recíprocamente, sobre todo en tiempos en que el multilateralismo está en crisis y China y EE.UU. pelean su guerra comercial.

¡Cuidado!: el “elefante brasileño” no se domestica a golpes, menos cuando la Argentina de hoy no tiene recursos ni para higienizarlo. El Brasil puede derribar la carpa del Mercosur y destruir el barrio, pero si quiere liderar debe asumir los costos. Por otro lado, con el gobierno que fuere, Argentina tendrá que negociar, como hace 200 años, un nuevo nudo para la gastada trenza. Mientras tanto, Uruguay tiene que elaborar una estrategia integral con los debidos respaldos. Todo lo contrario a lo que han hecho los gobiernos del FA en los 15 años. Lo más importante a tener en cuenta sigue siendo la vieja frase de Lord Palmerston: Los Estados no tienen amigos, solo tienen intereses permanentes.

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