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Uruguay país genuflexo

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La política exterior debe contar con el mayor respaldo político posible; eso nos permite mantener un prestigio y una imagen en relación inversa a nuestro tamaño o incidencia en el escenario global y regional.

La política exterior debe contar con el mayor respaldo político posible; eso nos permite mantener un prestigio y una imagen en relación inversa a nuestro tamaño o incidencia en el escenario global y regional.

Lamentablemente, los embates ideológicos nos llevaron a equivocar el camino y nos asociamos a gobiernos que creíamos amigos como si fuera el mejor instrumento para defender el interés nacional.

Un País como el nuestro debe respaldarse en las normas que regulan las obligaciones internacionales; entre ellas, el principio de autodeterminación y no injerencia en los asuntos internos de otros Estados; y no sólo por convicción, sino hasta por conveniencia, porque cuando un país chico se equivoca tiene que invocar el principio de igualdad de los Estados; de otra forma, la ley del más fuerte se nos impondrá sea por el incumplimiento o por el uso de la fuerza.

¿Qué necesidad tenía el Frente Amplio y sus gobernantes de proclamar su preferencia por la fórmula Scioli- Zannini? ¿Acaso no es la continuidad del prepotente estilo de los esposos Kirchner? Peor aún, del desprecio y del “botijeo” más degradante; porque ni la “vieja” ni el “tuerto” (dijera “diplomáticamente” nuestro ex Presidente) nos querían ni nos quieren; y sin embargo, como gratuitos cortesanos nos pareció que pronunciarnos a favor del “favorito” nos iba a rendir mejores resultados.

Parece que no queremos aprender de la historia de las relaciones de poder. Eso es lo único que puede explicar el viaje de Mujica al Brasil para respaldar a Lula, Dilma, Dirceu y Marco Aurelio; personajes que no han hecho otra cosa que “meternos el peso” y mirarnos con desdén como si fuéramos un hijo desagradecido que un día dejó de ser la Provincia Cisplatina para transformarse por decisión propia en un digno Estado independiente.

Y lo mismo sucede con el señor Scioli, al que se le dio un apoyo preferencial sin tener la mínima prudencia y consideración por los otros candidatos que competían democráticamente por alcanzar el gobierno de la Argentina, incluyendo hasta la presencia de un Intendente uruguayo que se trasladó a su sede central para esperar allí los resultados.

Equivocadamente se tomó partido por un autoritarismo primario que implantó piquetes cuando le servía y los reprimió cuando le resultaban hostiles. Ese fue el caso del anunciado Ministro de Transporte de Scioli, que como gobernador de Entre Ríos presionó a su Gobierno a demandarnos ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya como si el Uruguay fuera tan o más enemigo de la Argentina que quienes niegan sus derechos sobre las Islas Malvinas.

La única conducta admisible era, y es, esperar el resultado de las elecciones para continuar una relación que debe cambiar de humor y de estilo. Y eso significa, simplemente, comportarnos como un ¡ESTADO! y no como un vecino genuflexo a la espera de una dádiva ignorando que sólo será respetado si mantiene siempre una posición tan firme como ajustada a derecho.

Ha llegado el momento de terminar con las improvisaciones, con los populismos incandescentes, con las sociedades entre sindicalistas millonarios y, fundamentalmente, con solidaridades como las que ofrecemos a Maduro, que no son otra cosa que traicionar lo que siempre hemos defendido, la libertad, la tolerancia y la democracia pluralista.

Si algo faltaba, el Presidente Maduro le ofreció a nuestro ex Presidente designar un improvisado observador para las elecciones de Venezuela, casi una extorsión a cambio de cumplir con los pagos pendientes de nuestras exportaciones a su país.

El señor Maduro solo está interesado en alguien que homologue el fraude, y que fue lo que motivó su rechazo al ex Ministro de Justicia Jobim, que le fuera ofrecido como observador por el Gobierno del Brasil. Al “Dictador” venezolano solo le interesa que se comparta con él que lo político está por encima de lo jurídico; y que se acompañe con un vergonzante silencio sus insultos a la OEA y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Es más, que se avalen sus amenazas al Fiscal de la causa del opositor López obligado a fabricar pruebas que facilitaron su procesamiento (y que terminó huyendo de Venezuela pidiendo perdón por su dictamen).

El Gobierno y el Frente Amplio deberían aprender de Borges, tan argentino y tan nuestro, que tantas veces describió cómo nos corrimos mutuamente en tiempos románticos de coraje y sueños de gloria. Y recordarlo, para saber que la única manera de abrazarnos sobre el cauce del Río de la Plata, que siempre debe ser un vínculo de unión, es que cada Estado se respete y aprenda a convivir sin recurrir a los efímeros abrazos que la hipocresía inspira. Y ello pasa por no inmiscuirnos en los asuntos internos de los vecinos y no permitir que lo mismo suceda con nosotros.

¿Aprenderemos? ¡Lo dudo!

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Sergio Abreu

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