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La unidad de mando

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Sergio Abreu
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El principismo y el realismo deben ser los pilares de la política exterior del Uruguay. Los principios son cruciales para defender la seguridad jurídica, mientras el realismo es el baño de actualidad que nos permite tomar decisiones a tiempo. Llegar tarde en el mundo de hoy es igual que no llegar.

En estos tiempos, ambos pilares son centrales porque la globalización nos hace participar directa o indirectamente de la agenda política y comercial; y también en los temas de seguridad internacional como consecuencia de la globalización del terrorismo, el crimen organizado y el tráfico de drogas.

En cuanto al primero, el principio de la no intervención en el Derecho Internacional tiene su origen en el sistema interamericano propuesto en 1965 por el Uruguay a raíz de la invasión de los EE.UU. a Santo Domingo. Su importancia es indiscutida, porque a pesar de sus reiteradas violaciones, continúa siendo el instrumento jurídico que tienen los países más débiles frente al poder de imperium de grandes y medianos países.

Lamentablemente, el Uruguay en los últimos años ha debilitado ese primer pilar. Los gobiernos del Frente Amplio han elegido la vertiente ideológica para interpretar el principio, sin tener en cuenta que la primera víctima es la libertad. La no intervención es vista como avenida de una sola mano; los amigos no intervienen sino que tratan de imponer la justicia social y la igualdad; y por eso los justifican y los defienden, aún en circunstancias como las que atraviesan Lula, Maduro, Correa y ni que decir Cuba, la piedra filosofal del socialismo caribeño ejemplo de autoritarismo, nepotismo, pobreza y exportación de revoluciones armadas.

Eso explica la conducta del senador Mujica que en su folclórica expresión anárquica, ecuménica y sentimental recorre América Latina para bendecir candidatos en todas las campañas electorales. ¿Cómo puede aceptarse que un ex Presidente viaje al Perú, Chile y Brasil para participar de actividades políticas partidarias? ¿Esos no son actos de intervención flagrante en los asuntos internos de otros países? ¿Qué podría decir el gobierno y el Frente Amplio si un ex Presidente de Argentina, México, Perú o Brasil participara de actos políticos en plena campaña electoral en respaldo del candidato de un partido de la oposición?

El principio de no intervención es de doble mano. Y así como debe censurarse la injerencia que cualquier Estado, autoridad o terrorista tenga en el Uruguay, también es censurable el embargo o bloqueo a Cuba, porque no sólo es una violación del Derecho Internacional, sino una torpeza que permitió que la dictadura cubana posara de víctima en la comunidad internacional.

La diferente interpretación que tenemos para su aplicación se plantea desde la hemiplejía moral del Frente Amplio. La misma que lo llevó a resistir incluso con armas la extradición de los terroristas vascos requeridos por el gobierno socialista español. Agravada luego por una intervención vergonzante del movimiento terrorista peruano Sendero Luminoso, que con su dinero pagó la multa aplicada a una radio que incitaba a la rebelión.

En cuanto al realismo, el pasado se ha transformado en un presente estancado en manos de un gobierno ajeno a la realidad, no porque la desconozca, sino porque antes de enfrentarla tiene que enfrentar el germen de la división y el dogmatismo. Y como la verdad es que no puede, eso muestra que para laudar en la interna profundice un proceso de concentración de poder y control de medios de comunicación bajo el recetario gramsciano del pensamiento totalitario.

En este manicomio ideológico, la virtud de lo predecible va camino a naufragar en las cloacas del oportunismo llevada por dos sentencias del Sr. Mujica que nadie en su Partido ha cuestionado: "como te digo una cosa te digo la otra" y "lo político está por encima de lo jurídico".

Entrando en el ámbito del realismo explícito: ¿qué analista serio puede entender nuestra inserción externa en materia comercial? El trabajoso Mercosur aprobado por todos los partidos políticos se transformó en un destechado comité de base librado a las sintonías del populismo autoritario. Desde que el sublema "Socialismo siglo XXI" se instaló en el continente, pasamos por la Sra. Cristina afín al Frente Amplio pero enemiga del Uruguay, por el "estribo" del Sr. Lula, la Sra. Dilma y obviamente por la oleaginosa pareja Chávez-Maduro, bolivarianos inmersos en un surrealista delirio tropical, en tiempos del petro-dólar dispuestos a enviar valijas con millones de dólares para financiar todo proyecto que tuviera su "tufo ideológico".

A partir de allí, el Mercosur no ha firmado un solo acuerdo comercial mientras en todo el mundo se celebran Tratados que profundizan el comercio de bienes, la convergencia normativa y se negocia de acuerdo a una realidad sacudida por una revolución tecnológica indetenible.

Dos ejemplos alcanzan: el primero es el Tratado firmado con Chile que luego de dormir el sueño de los injustos en el Senado dos años, después de firmado por el presidente Vázquez parece contar ahora con el apoyo del senador Mujica que a destiempo descubrió quenotiene tantas perversidades como las que le adjudican sus "compañeros".

Y el segundo es la negociación del Mercosur con la UE. ¿Acaso piensa el gobierno que la oposición es igual a la mitad del Frente Amplio? Bien sabe que no es así. Y que en lo razonable y previamente consultado puede contar con ella porque necesitamos una señal política fuerte y discutir el sentido de las cláusulas que se proponen incluir en el Tratado.

Sea como fuere, principios y realidad no pueden soslayarse. Ambos como los barcos mantienen su unidad. Si el agua entra por la popa el barco va arrastrando a los que se encuentran en la proa. El Uruguay no puede navegar con dos tripulaciones sin una cadena de mando única.

En conclusión, el barco debe conducirse como una unidad, buscando criterios comunes que nos acerquen a una política exterior de Estado. Principismo y realismo necesitan una coincidencia que nos permita rescatar el respeto y la capacidad de propuesta que hizo del Uruguay una referencia ineludible. La pregunta final es ¿si el gobierno accediera, la oposición estaría en condiciones de plantear una alternativa creíble?

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