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Puerto y frontera

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SERGIO ABREU
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Puerto, pradera y frontera; así definió certeramente el Profesor Reyes Abadie al Uruguay.

Eso muestra que la estrategia a nivel externo nos obliga a asumir que el Uruguay es tomador de precios y de decisiones internacionales; y que el acceso a los mercados de nuestros bienes y servicios puede afectarse por la celebración de acuerdos bilaterales de comercio como los alcanzados por EEUU y China al margen de las reglas de la OMC. Esas situaciones fragilizan la seguridad jurídica y debilitan las instituciones multilaterales que contemplan incluso órganos de solución de controversias.

En cuanto a los aspectos regionales, la política de los círculos concéntricos está más vigente que nunca. La geografía es la misma pero la economía de los servicios ha cambiado, por tanto, los intereses en juego son más complejos. Sin embargo, Brasil y Argentina no tienen otra opción que entenderse a pesar de sus diferencias. No será la primera ni la última vez que la “vieja trenza porteña lusitana” alcance acuerdos bilaterales para administrar sus rivalidades.

Sin perjuicio de ello, la Cuenca del Plata y el transporte multimodal le otorgan a Paraguay y Uruguay un rol clave en afirmar la política de los meridianos. La Hidrovía Paraná Paraguay de 3500 kilómetros de longitud es la vena central que da vida a nuestros puertos de salida al Atlántico. La política portuaria necesita eficiencia, inversiones y costos que nos hagan más competitivos. La carga paraguaya debe volver a nuestras terminales portuarias y eso depende de las condiciones que se ofrezcan.

Por otro lado, así como las Malvinas son para la Argentina un tema prioritario, los canales del Martín García lo son para el Uruguay. En tal sentido la Comisión Administradora del Río de la Plata tiene que avanzar en los dragados y en el mantenimiento para cumplir con las notas reversales firmadas. En relación a la energía, lo que para Brasil significa la represa de Itaipú en su matriz energética, para el Paraguay lo es negociar el Tratado en mejores condiciones para el futuro. Lo mismo sucede con el Acuífero Guaraní, la tercera reserva de agua dulce más grande del planeta; un recurso subterráneo compartido por los cuatro países fundadores del Mercosur que se extiende bajo un millón de kilómetros cuadrados y cuya administración conjunta debe tener como objetivo evitar su contaminación y asegurar un uso responsable del agua.

En lo relativo al futuro del Mercosur, su proyección atraviesa una nebulosa. No se llegó a consolidar una Unión Aduanera ni se ha liberado todo el comercio dentro del bloque. Las asimetrías se mantienen y el Uruguay necesita plantear una mayor flexibilidad comercial en las negociaciones externas. En este marco la apertura comercial que impulsa el Brasil es un cambio central en su estrategia, lo que afectará las preferencias de la producción argentina en ese mercado. En esa línea, el Tratado con la Unión Europea tendrá que ser impulsado por Uruguay al asumir la presidencia del Mercosur en el segundo semestre de este año. Su puesta en vigencia nos dará una mayor seguridad jurídica en la relación comercial con Europa. Y esta por su lado, fortalecerá su vocación integradora a pesar del revés sufrido por el retiro del Reino Unido en el Brexit.

Por último, una política conjunta con Brasil y Argentina es vital para hacer eficientes los pasos de frontera terrestres y fluviales. La seguridad se ha vuelto un tema preocupante porque el crimen organizado y el narcotráfico han llevado a que el Uruguay sea señalado como una de las vías de paso de miles de toneladas de droga que se consumen en los países desarrollados. En consecuencia, las funciones de las Fuerzas Armadas fijadas por la ley y la reglamentación deberán complementarse con una política de cooperación con nuestros vecinos. Los radares de que disponemos no cubren todo el territorio terrestre, sin embargo, Brasil y la Argentina están en condiciones de aportar armamento y aviones de patrulla que ayuden a la prevención y represión del delito en la frontera. Ni que hablar del Río Uruguay y su vulnerabilidad frente al ingreso de droga en toda su extensión.

A todo eso hay que agregar que nuestra plataforma continental, hoy extendida a 350 millas, carece del mínimo control en todos sus componentes. No existen lanchas patrulleras de rápido desplazamiento ni aviones que lleguen a tiempo a constatar la violación de nuestros derechos sobre los recursos marítimos a que accedemos por el Tratado del Derecho del Mar.

En conclusión, la relación política con nuestros vecinos hoy tiene caracteres distintos y si bien el alineamiento no hace a nuestra historia en Política Exterior, las coincidencias con unos u otros deben responder al interés nacional. Ese interés es irrenunciable y siempre tiene que prevalecer ante la fuerza asimétrica de nuestros vecinos. No se trata de un nacionalismo folclórico sino de defender posiciones respaldadas por el derecho y negociadas con la mayor profesionalidad técnica y respaldo político interpartidario. Depositamos nuestra confianza en los nuevos integrantes del Poder Ejecutivo en esas áreas.

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