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Hermanos distintos

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SERGIO ABREU
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Los gobiernos de la República Argentina y de la República Federativa del Brasil han tenido históricamente una fantástica ductilidad para articular Presidentes transitorios, renuncias y sucesiones Presidenciales de toda naturaleza.

En ese sentido, en la Argentina, Macri es el primer Jefe de Estado que fuera del Justicialismo pudo terminar su mandato. Antes de él, los únicos cuatro jefes de Estado no peronistas votados en las urnas desde el surgimiento de esa fuerza -llamada Partido Justicialista- provinieron de su histórico rival: la Unión Cívica Radical (UCR). Dos de ellos fueron derrocados por golpes militares: Arturo Frondizi en 1962 y Arturo Illía en 1966.

También se recuerda la elección ganada por Cámpora, bajo el lema “Cámpora a la presidencia, Perón al gobierno” y el traspaso de la Presidencia a Perón 1973 y la asunción de Isabel Martínez vicepresidente de la Argentina a su muerte en 1976. Por su parte, Raúl Alfonsín (1983-1989) y Fernando de la Rúa (1999-2001) presentaron sus renuncias ante el peso de grandes crisis económicas y financieras. Finalmente, en las elecciones de octubre del pasado año ganaron la elección Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, antigua Presidente de la Nación hasta la victoria de Macri en el 2014.

La historia, por otra parte, le ha enseñado a los brasileños que fuese quien fuese el Presidente del Brasil el Vicepresidente debería ser tomado en cuenta a la hora de la elección general. Ya a partir del inicio de la República Deodoro Da Fonseca renunció en 1891 y transfirió la Presidencia al Mariscal Floriano Peixoto; Café Filho sustituyó a Getulio Vargas luego de que éste se suicidara en 1954; Joao (Jango) Goulart se volvió Presidente cuando en forma sorpresiva y misteriosa Janio Quadros renunció a la Presidencia en 1961; vuelta la democracia en 1983 Jose Sarney, de vieja relación con el gobierno militar, asumió la Presidencia luego de que el Presidente electo Tancredo Neves falleciera antes de iniciar el mandato. Años después pocos brasileños conocían a Itamar Franco el Vicepresidente que asumió la Presidencia luego de la renuncia de Fernando Collor de Melo ante el inminente juicio político que se le tramitaba en el Parlamento.

Itamar tuvo durante su Presidencia 55 Ministros. Menos conocido aún era el Vicepresidente Michel Temer proveniente del PMDB cuando la Presidente Dilma Rousseff fue destituida por juicio político arrastrada por la gestión de su antecesor Lula Da Silva que terminó en prisión junto con la mayoría de los Directores del Partido de los Trabajadores.

El Uruguay tampoco fue ajeno a episodios sucesorios pero ellos tuvieron un menor efecto sísmico que los de los vecinos. La muerte de Berreta dio paso a la figura de Luis Batlle, Jorge Pacheco Areco no era conocido hasta que la muerte del General Gestido lo llevó a la primera magistratura en momentos en que el país se sacudía con la aparición de la guerrilla armada.

Posteriormente a la dictadura, dos Vice Presidentes dejaron el cargo: Batalla a su fallecimiento y Sendic obligado a renunciar por todo el sistema político, incluido su Partido.

¿Por qué esa misma ruta no fue recorrida de igual modo por los tres países del Plata? Simplemente porque sus estructuras institucionales tuvieron distintos orígenes y porque sus enormes territorios motivaban enfrentamientos armados entre los intereses Provinciales y los puertos de ultramar.

Por otra parte, la independencia de los Poderes del Estado y la vigencia de los viejos Partidos Políticos fundacionales en el Uruguay dotados de voluntad de permanencia han sido hasta estos días el sustento de la democracia liberal. Eso demuestra que las fórmulas presidenciales no son armadas a través de pactos esotéricos y que sus integrantes toman en serio las decisiones y la disciplina partidaria.

En este contexto un nuevo gobierno llamado multicolor afronta el desafío de fortalecer las instituciones y la democracia liberal. A partir de la recuperación de la estabilidad macro económica y de la seguridad jurídica en beneficio de los más vulnerables se debe entender la necesidad de crear un relato actualizado para el mundo y para el Uruguay. Harari se plantea con razón “que de la misma manera que los grandes cambios generados por la revolución industrial dieron origen a las nuevas ideologías del siglo XX, es probable que las revoluciones venideras en biotecnología y tecnología de la información requieran perspectivas nuevas”.

En conclusión, las nuevas generaciones se verán enfrentadas a búsquedas espirituales y a la formulación de nuevos modelos sociales y políticos. En esa sintonía el gobierno que asume el próximo 1 de marzo debe darle ritmo a decisiones oportunas, buscar entendimientos y sobre todo, administrar las diferencias con las otras llamadas democracias de la región.

En tal sentido, está en condiciones de cortar con el pasado y elaborar un relato que vaya más allá de la esencia de los valores modernos de la libertad e igualdad. Mientras tanto, los estremecimientos en las cúpulas presidenciales seguirán siendo manifestaciones de la ausencia de los cambios que se imponen.

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