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Verdadera herencia maldita

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Sergio Abreu
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El Frente Amplio se acerca a los quince años de gobierno. La legitimidad de su mandato no se discute, pero la rigidez del pensamiento y su dogmatismo ideológico son una amenaza a la higiene intelectual. Preocupa esa herencia maldita que se trasmitirá no solo al próximo gobierno sino a las nuevas generaciones.

El dogmatismo de esta izquierda obsoleta sigue atado a la fantasía emocional del "prohibido prohibir" de la generación del 68.

El mundo cambió y en el 2018 muchos dirigentes del Frente Amplio persisten en ese dogmatismo que fuerza al gobierno a ignorar el protocolo de la modernidad; en su lugar, el asistencialismo y los dinosaurios estatales continúan en el centro de su proyecto económico. Para ese socialismo herrumbrado la verdad es absoluta. La lucha de clases no ha variado y si la tecnología lo desafía la respuesta es canalizarla a través del aparato estatal. Cuenta como socio principal al Pit-Cnt, brazo ejecutor de la lucha de clases de elaborado pensamiento estratégico y actor protagónico sobre los factores de producción. Por eso, donde está el sector público está la central sindical. El Estado es el "ogro filantrópico"; el que no tiene patrón y tiene empleados. Podrán fundirse miles de empresas privadas pero ¡cuidado con tocar una empresa estatal! La soberanía es una excusa, lo que está detrás es la ideología colectivista, la propiedad de los medios de producción y la sorda lucha de clases cuyo enemigo es el capital privado. Basta con una cifra. En estos años ingresaron unos 50.000 funcionarios públicos y se perdieron otros 50.000 en el sector privado. El déficit fiscal es del 4% del Producto, y aunque algunos "cacareen", el gasto público ¡no va a bajar!, es el precio que se paga para no reducir el Estado; es más, es el responsable del matricidio consumado contra la madre de todas las reformas. Un gran fracaso.

Todo eso tiene un hilo conductor y explica la decisión del plenario del Frente Amplio que por aclamación condenó la política económica del gobierno de Macri, cerró filas detrás de Lula, Maduro, Ortega y antes con Correa. Estos dirigentes son los que se abrazaron a la Cámpora, los que extrañan a los Kirchner, José Dirceu y a Chávez; los mismos que evitan referirse a la inefable Pdvsa, monumento al Estado fallido de Venezuela. Ellos son los que distinguen entre los que roban con la mano derecha y de los que roban con la mano izquierda.

Y esto es así, porque la corrupción para la izquierda populista es una "macana", un error o un traspié de desviados "compañeros". Mientras tanto, el narco Estado venezolano es la cara visible del socialismo Siglo XXI, Maduro aparece como un estadista justiciero y Ortega un "casto" violador revolucionario. Todos estos gobiernos denuncian que son "víctimas de la conspiración yankee". Un santo remedio que le permite a los socios antiimperialistas callar vergonzosamente ante milicias encapuchadas que reprimen y matan mientras el terrorismo de Estado tortura, persigue y encarcela miles de ciudadanos que cometen el pecado de protestar. Ahí no habrá "memoria y justicia".

En verdad son ¡TOTALITARIOS! Saben que el colapso del socialismo no fue un accidente histórico sino un resultado científicamente previsible. Y con la excusa de luchar por los trabajadores contra los explotadores, no permiten un soplo de libertad porque la verdad absoluta no puede ser cuestionada. Como consecuencia, los "derechos adquiridos "han dejado paso a los "abusos consentidos", la Constitución se transformó en un "chicle" y el Poder Judicial en un declarado hijo bastardo del anticuado Montesquieu.

En realidad, esa verdad refleja una hemiplejia moral fuente del doble discurso. ¿Cómo vamos a intervenir en los asuntos internos de esos países socialistas? ¿Los derechos humanos? ¡La oposición no tiene derecho a manifestar contra gobiernos antiimperialistas!, es más, ellos no son responsables de las crisis económicas y de la miseria de la población. Aho- ra bien, distinto es el caso de los presidentes popu-socialistas: ¿cómo pueden ser sometidos a un juicio político de acuerdo a la Constitución? No importa la causa. ¡Eso es un golpe de Estado! A partir de allí, la cosa cambia y se pasean "como Perico por su casa" en esos países alentando y participando de movilizaciones contra esos gobiernos.

¿Y el Uruguay? En realidad, era una referencia en la comunidad internacional por defender el Derecho Internacional y la seguridad jurídica. Su aporte profundo y profesional se relacionó siempre con el principismo y el realismo. El principio de la no intervención, que rige para todos, respondió a su iniciativa en tiempos en que los EE.UU. invadieron Santo Domingo. Por otra parte, la última Ronda de Negociaciones del GATT que dio origen a la Organización Mundial de Comercio, llevó el nombre de Uruguay durante siete años.

Todo eso y varios temas más, hoy son una anécdota.

Pero tampoco queda aquí. Muchos se preguntan ¿estamos ante un proceso aislado? ¡Pues no! En realidad, el Frente Amplio abandonó al Estado sujeto de derecho, y creó un personaje como Mujica que hace de su figura el centro de atención en el Festival de Venecia. El "Pepe" definió la película como una "historia de amor". Un amor que él y su grupo nunca le profesaron a las instituciones republicanas. El valor de la ley, que es la que libera, no cuenta para este moderno "topo Gigio" artificial y anárquico que seguramente debe reírse de todos esos imbéciles que aplauden de pie una película que esconde el terrorismo bajo el falso manto del romanticismo.

Recordemos a Wilson cuando denunciaba "esa regla repugnante que quiere que el fin justifique los medios". Todavía suenan en los oídos de la República sus palabras "¡Con totalitarios nada, nada nada! ¡Ahí está el enemigo!". Tan campante y en el gobierno.

En conclusión, la verdadera herencia maldita será hija de esta hemiplejia moral. La gran tarea no es la revancha sino lograr que la población sepa toda la verdad. Eso nos devolverá la tolerancia y la convivencia democrática.

Todos sabemos que para cambiar el rumbo se necesita un Partido Nacional armónico y preparado para tomar el mando. La responsabilidad no es poca.

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