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Ciudadanos desilustrados

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Sergio Abreu
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El paso del tiempo desafía cada día nuestra capacidad de sorprendernos. 

No precisamente por el avance de la modernidad en todos los aspectos de la vida, sino por la creciente fragilidad de la tolerancia en nuestra sociedad; ese valor que tenido como columna vertebral de los derechos humanos declarado desde la aprobación de la Constitución de Cádiz viene sufriendo de una preocupante hemiplejia moral.

Luego de años de sombras y noches de libertades conculcadas, la democracia que tanto costó recuperar parece teñirse nuevamente de intentos por condicionar el ejercicio de las libertades básicas, a través de limitaciones, unas impuestas, y otras aceptadas, estas últimas con el fin de evitar enfrentamientos con los modernos y extremistas jacobinos del siglo XXI.

Las reacciones luego del fallecimiento de Daniel Viglietti son una buena muestra de lo dicho. Una explosión de ira política ajena a todo gusto o expresión artística surgió cuestionando las opiniones de la escritora Mercedes Vigil, que "cometió el pecado" de decir lo que pensaba de Viglietti en relación con su forma de vivir la música y de su estilo de comunicación política.

Lo expresado por la escritora pudo gustar o no, despertar coincidencias y discrepancias, pero esa es la visión que la Sra. tiene de la forma en que el Sr. Viglietti como cantautor participó en la sociedad, y la expresa con el mismo derecho que tienen otras personas de analizar de manera distinta su mensaje político contenido en sus populares composiciones. Las dos aproximaciones gozan de iguales derechos en una democracia que las protege legal y constitucionalmente.

No obstante, un furibundo ataque sobre la escritora ha reunido a cientos de personas que reclaman que su nombramiento como ciudadana ilustre de Montevideo sea revocado sin otro argumento que discrepar con su opinión.

Ante esa situación es bueno recordar dos aspectos vinculados a estas particulares distinciones municipales.

El primero tiene que ver con la designación de ciudadano ilustre con que la Intendencia del Frente Amplio de Montevideo distinguió al execrable presidente de Nicaragua Daniel Ortega en el año 2008, denunciado en 1987 por su hijastra Zoilaamérica por abuso sexual y violación a los once años con conocimiento de su madre, la esposa de Ortega y actual vicepresidenta de ese país.

El Sr. Ortega presionó al Poder Judicial nicaragüense para que el delito que cometió fuera declarado prescripto, sentencia pronunciada a su favor por decisión de la entonces jueza Juana Méndez, actualmente magistrada de la Suprema Corte de Justicia. Hoy nadie reclama que se le retire esa distinción.

El segundo, es el caso del escritor Eduardo Galeano, autor del famoso "best seller": "Las venas abiertas de América Latina", nombrado ciudadano ilustre de Montevideo también en el 2008.

Galeano y Viglietti en tiempos de la búsqueda del "hombre nuevo" integraban una expresión artística que a través de la literatura y canciones de protesta funcionaron como respaldo a movimientos armados contra las burguesas instituciones democráticas vigentes en la región.

Fue así que ambos escribieron biblias revolucionarias que impulsaron a miles de jóvenes a empuñar las armas para alcanzar la justicia social mediante la violencia.

La obra de Galeano tanto se hizo popular dentro y fuera de la región que hasta una moderna escultura la representa en la entrada del Parlamento Latinoamericano en San Pablo.

Pero a diferencia de Viglietti, el propio Galeano se encargó de hacer su autocrítica antes de fallecer. En varias declaraciones confesó que "no sería capaz de leer nuevamente esa prosa de izquierda tradicional y extremadamente pesada. Me mataría; ni mi psiquis la toleraría" terminó expresando entre otras consideraciones; en resumen, una cruda y realista reflexión que no llegó a tiempo a oídos del presidente Chávez, que obsequió ese libro descalificado por el propio autor al presidente Obama.

Todo eso es conocido por los que hoy reaccionan contra una opinión libremente expresada contra el pensamiento y la obra de Viglietti, un original juglar que impulsó las ideas que muchos tratan todavía de imponer en nombre de su totalitaria verdad. ¿quiénes son entonces los que deciden lo que se puede opinar sobre personas, actitudes y pensamiento? la medida del respeto y la discrepancia ¿puede quedar en manos de los que no aceptan otra posición que la sostenida por ellos? Si lo admitiéramos estaríamos volviendo a una dictadura de las peores, porque de los gobiernos populistas como los de los Castro y los Maduro para salir se necesita tener por lo menos coherencia para defender la libertad. Y la intolerancia es el camino más seguro para que esta se administre con un ojo cerrado.

Por eso nos enfrentamos a una tolerancia distinta a la que vivíamos en tiempos en que durante nuestra esbozada juventud compusimos con el Dr. Roque García Mullin, un compañero de la inolvidable Divisa Blanca, una milonga canción que no tuvo la reacción que hoy surge de estas modernas mentes rectoras del pensamiento. Su letra hacía referencia a la antigua composición de Viglietti "A desalambrar", una de las que alcanzó mayor popularidad:

y en la canción libertaria

veo cantores de avanzada

que tienen bien alambrada

su propiedad literaria.

vaya ejemplo tan risueño,

que las coplas son del viento

y el viento no tiene dueño!

Por suerte no somos ciudadanos ilustres de Montevideo. Podríamos tener un destino distinto al de Daniel Ortega y similar al que se le quiere imponer a Mercedes Vigil.

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