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Las barbas del vecino

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Sergio Abreu
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El Profesor Pivel Devoto solía aconsejar a sus amigos políticos que actuaran de acuerdo a una sana regla de convivencia democrática: ¡más sustantivos y menos adjetivos!

Eran tiempos sin redes sociales, de una relación política de cercanía con el pueblo, calor y favor, emoción y pedido, simpatías sectoriales expuestas en carteles al frente de los clubes con fotos, números de listas y algunas frases pintadas en la pared. Un día venía el comentario: Che, mirá que fulano tiene diez clubes en Maroñas o mengano cinco en el Cerro, me dijeron que quiere ser ¡edil o diputado! Otro día era el contacto con el vecino: ¡Ahh! mañana habla merengano en La Teja ¿con quién vas? Mirá que sale un ómnibus de acá; a partir de allí, las familias organizaban la "movilización" y terminaban todos yendo con banquitos, pancartas, escarapelas, banderitas, mate y termo, los grupos los integraban jóvenes, viejos, pobres, ricos, negros, mestizos, inmigrantes, homosexuales, judíos, protestantes, oficiales generales y soldados. Se trataba de una fiesta popular en la que nadie se resistía a pararse junto a alguien distinto en el acto o sentarse al lado de quien no conocía. Todos querían escuchar al orador principal, al líder, el que los convencía cada vez más y los inundaba de entusiasmo, el que los dejaba con la vista perdida y vidriosa pensando para adentro, ¡que fenómeno! Dice todo lo que pienso y lo expresa mucho mejor que yo, y además, les pega a los otros con fuerza y calidad. ¡Qué genial! ¿Vos escuchaste lo que les dijo cuando vio lo que decía aquel cartel infame?: ¿Así que me financia la Esso? ¿Y a estos señores quién les financia la madre? Mañana cuando vaya a trabajar me van a mirar torcido ¡pero no les voy a decir nada! porque ser blanco es una forma de ver la vida, no es la única, pero con decir que soy defensor de las leyes es lo mismo decir que amo a la libertad.

También eran tiempos en que la palabra corrupción no se usaba. El ser honesto era lo menos que podía ser una persona pública. Pero che ¿desde cuándo es una virtud?, nos decía un amigo. En realidad había chorros, ladrones y coimeros de bajo monto que no escapaban al juicio implacable de las leyes y de la moral administrativa, tanto que el doctor Enrique Beltrán, maestro de la rectitud, en discusiones de "Academia" bolichera nos decía apesadumbrado, si Cristo tuvo un Judas entre doce apóstoles, ¡cómo no vamos a tener los uruguayos nuestros Judas! Pero eso sí, no podemos hacernos los distraídos.

Lo que hemos descripto no debe verse como una vuelta a tiempos viejos. Simplemente porque la renovación no se justifica apostrofando del pasado. Los únicos tiempos que tenemos que volver a vivir son los de la tolerancia, los que la violencia nos cortó y los que el Frente Amplio se niega a convocar abrazado al poder.

Lamentablemente, ya entrado el siglo XXI los adjetivos predominan y son hijos del populismo, por un lado, utilizando las redes sociales al servicio del insulto y la descalificación de los contrarios, y por el otro, defendiendo impuestos, tarifas y precios que los trabajadores pagan para financiar un gasto público destinado a comprar voluntades electorales a pesar de los pésimos resultados obtenidos.

El enojo del pueblo va en ascenso y la respuesta del Frente Amplio es acudir a la distracción planteando temas laterales todas las semanas: en estos días algunos ministros se alarman por una obra de arte alusiva a la Patria Gaucha en que aparece una nodriza negra amamantando a un niño blanco; el Sr. Mujica se muestra como víctima de una presión popular que le pide que sea candidato; los dirigentes principales del Frente Amplio aconsejan públicamente al "compañero" Sendic que dé un paso al costado cuando alcanza con una decisión del Partido; la Presidencia pasa unos avisos en televisión advirtiendo a los uruguayos los efectos negativos de la marihuana como si la ley que la legalizó viniera de un país de ficción. A esto se acompaña una orquestada movilización por reivindicaciones igualitarias en el color de la piel y de la opción sexual con sesgos radicales, que no muestran otra cosa que una intolerancia propia de los que se enfrentan al fracaso ideológico de la cómoda verdad absoluta que murió con la caída del socialismo real.

De esta forma todos esos construyeron el Uruguay del enfrentamiento, el de los buenos contra los malos, el de nosotros y ellos, el que nos está llevando al camino del hartazgo sin que los dirigentes del partido de gobierno lo quieran reconocer. Si bien los tiempos son distintos en cada sociedad y sin olvidar que las responsabilidades son compartidas pero no en partes iguales, las tragedias causadas por los gobiernos de Venezuela y Nicaragua se suman a las reacciones electorales que se expresaron en las transparentes elecciones de Argentina y Brasil ¿no basta para comprender que la voluntad del pueblo de castigar a los ineficientes y a los corruptos poco tiene que ver sobre cómo piensa el que gana y en su lugar mucho más con el que le asegura que esos gobiernan se vayan?

El Frente Amplio es el partido de gobierno y no puede hacer una enmienda peor que el soneto cuando su Presidente imagina en el Brasil un fascismo de "boquilla" a partir de la asunción del nuevo Presidente amenazando con romper relaciones como si el Poder Ejecutivo no existiera. Más preocupa todavía cuando en su posición partidaria evita pronunciarse sobre los hechos criminales del fascismo real de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Nuestra izquierda jurásica se resiste a reconocer el fracaso de su modelo en las "democracias de la Unasur" y cuanto más endurezca su talante totalitario su derrota va a ser más contundente, porque como en otros países, el pueblo enojado querrá asegurarse que el resultado electoral no admita discusión, a tal punto que muchas cosas que se digan en la campaña electoral, aunque inconvenientes, no tendrán reacciones, porque lo importante será que el gobierno se vaya como corresponde por el voto libremente emitido por el pueblo.

¡Cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas en remojo!

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