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Apertura y unidad

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sergio abreu
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El gabinete ministerial tendrá a su cargo implementar el proyecto de país acordado por los Partidos de la coalición multicolor.

En ese sentido, la apertura de nuestra inserción externa es irreversible, a pesar de dos aspectos que atentan contra su concreción: el desconocimiento de las reglas del multilateralismo comercial de la OMC y los impulsos de un nacionalismo proteccionista ejercido por la Administración Trump y otros Estados desarrollados. La suba de aranceles, las restricciones no arancelarias y la devaluación de las monedas operan como instrumentos de desvío de comercio. La disputa China-EE.UU. por los mercados hace de la inseguridad jurídica una cruda realidad en perjuicio de economías como la nuestra que disponían de mecanismos arbitrales para defender sus derechos. Hace pocos días, el Órgano de Apelaciones de la OMC quedó desintegrado luego que el gobierno de Trump no permitiera la designación de nuevos árbitros.

En la región la situación también es compleja porque a los problemas comerciales se agregan disputas ideológicas que muestran como resultado el crecimiento económico más bajo del planeta durante el 2019. En este siglo y medio la aceleración científica, tecnológica y económica se volvió prodigiosa. La tecnología erigida en un nuevo factor de producción se interpuso entre el capital y el trabajo determinando el colapso del socialismo real a partir de la caída del muro de Berlín a fines del Siglo XX. Las combatidas multinacionales fueron sustituidas por cadenas de valor globales en acuerdos intrafirmas que le dieron a la productividad un impulso revolucionario. Es necesario insistir en el dato de que el 60% de los bienes que se exportan son semiterminados y que 2/3 del comercio mundial se canaliza a través de esas cadenas. Y eso explica el aumento del desempleo por el desajuste entre la demanda y la oferta de mano de obra.

Todo esto se repite en el deshilachado Mercosur desde que la vieja “trenza porteña lusitana” perdió su sintonía. El Brasil actúa como el elefante de un circo. Si se enoja y se libera puede aplastar la carpa y el vecindario. Durante décadas apostó al proteccionismo siguiendo el modelo de sustitución de importaciones. La apertura era una mala palabra y sus empresas tenían como incentivo la demanda interna de unos 200 millones de habitantes. Sin embargo, la revolución tecnológica hizo su trabajo ya que la programada reserva del mercado informático, de las telecomunicaciones y de la producción de bienes de capital no pudo sostenerse. El proteccionismo brasileño perdió vigencia y la nueva administración apuesta a una política de apertura desde el Ministerio de Economía. En pocas palabras, la versión ideológica de la integración quedó de lado y su contenido comercial retomó su importancia.

Lo expuesto es una mala noticia para la mayoría de la industria argentina afiliada a un mercantilismo precapitalista basado en los favores del Estado. El sacudón de la apertura brasileña afectará su comercio hacia ese mercado, actualmente el principal destino de sus exportaciones. El anuncio de reducir el Arancel Externo Común las expondrá a la competencia con productos similares procedentes de terceros países. Eso explica la reticencia que el flamante Presidente de la Argentina declaró ante el Acuerdo del Mercosur con la Unión Europea.

Ante esta realidad Uruguay y Paraguay deben afiliarse a una mayor apertura y proponer un Mercosur de dos velocidades si Argentina necesitara algún tiempo para su reconversión. No se trata de plantear enfrentamientos sino de encontrar respuestas relacionadas con los intereses de un Mercosur que exhibe fuerzas que recurren a etiquetas mentales sin contenido como el “neoliberalismo”. Revivir esquemas estáticos pensados para el comercio de 1950 como pretenden nuestros nativos “progresistas” es cerrar el portal de entrada a la modernidad que plantea el Siglo XXI.

A esto se agrega la modernización de los servicios de infraestructura y del transporte multimodal. La política de los meridianos debe profundizarse. La Hidrovía Paraná-Paraguay ha sido y es la salida al Atlántico de la producción de Bolivia y Paraguay a través del Río de la Plata. Los puertos deben abrirse a la competencia y Fray Bentos, Nueva Palmira y Montevideo tendrán que prestar sus servicios con menores costos para la carga de la cuenca. Basta mencionar que el Paraguay, poseyendo la segunda flota de barcazas del mundo, dejó de utilizar los puertos uruguayos por sus ineficiencias.

El próximo gobierno deberá impulsar una estrategia con el respaldo de los participantes de la “coalición multicolor”. Las decisiones no podrán enfrentarse a la tendencia histórica que da vida a “chacras” institucionales con vida propia. A vía de ejemplo, la estrategia de nuestra política comercial no debe ser motivo de discusión por competencias entre los Ministerios actuantes.

El objetivo es trabajar de forma coordinada y el liderazgo presidencial reclama un rol definitorio. Firmeza y autoridad permitirán asegurar un diálogo constructivo entre todos los actores y evitar posiciones encontradas. Se trata de ejercer el poder interpretando un único y moderno concepto de la soberanía. En el caso contrario los otros Estados aprovecharán nuestras debilidades y evitarán los logros impostergables que hacen a la esencia del interés nacional.

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