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Un valor oculto

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SAÚL GILVICH
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Cuando alguien que vive del otro lado del Atlántico o muy al norte en el continente piensa en Latinoamérica, seguro se le vienen a la cabeza imágenes diversas.

Diversas en cuanto a la geografía, a los sabores, a los colores, climas y también en cuanto a lo que creen que ocurre en nuestras sociedades. Pero en este lugar tan extenso y por momentos remoto hay un valor que hasta ahora parece invisible y estamos empezando a trabajar para ser conocidos también por esto. Me refiero a un elemento de nuestras sociedades que damos por sentado, pero podría ser nuestra marca distintiva. Como a los uruguayos se nos conoce por los goles de Luis Suárez o por andar con el mate todo el día, a los Latinoamericanos podrían empezar a conocernos en el exterior por algo que acá está muy naturalizado, muy internalizado y justamente por eso es un valor: nuestra muy buena convivencia interreligiosa.

Hace pocos días, en la Universidad Católica del Uruguay, nuestro país se comprometió a seguir fortaleciendo este aspecto aquí y en la región con la firma en Montevideo de la “Declaración de Córdoba” por parte de representantes del judaísmo, cristianismo e islam.

Esta iniciativa iniciada por el Consejo Episcopal Latinoamericano, el Congreso Judío Latinoamericano, Consejo Latinoamericano de Iglesias y la Organización Islámica para América Latina y el Caribe nació en la ciudad argentina de Córdoba hace dos años. El objetivo fue plasmar en un documento lo que venimos haciendo hace mucho: trabajar para sostener la convivencia, profundizarla y cuidarla, inspirando a los fieles a seguir este camino. Desde ese momento en una docena de países, centenares de representantes religiosos y comunitarios se juntaron para sumarse a este compromiso.

El Uruguay no es un actor que se subió a esta ola en los últimos años, cuando empezó a tener visibilidad, sino todo lo contrario. Como destacó el Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo durante la firma de la declaración, “La Confraternidad Judeo Cristiana del Uruguay nació hace 60 años, cuando todavía el Papa era Pío XII. Aún faltaban varios años para Nostra Aetate, la declaración del Concilio Vaticano II que impuso un cambio en la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. Esto significa que en el Uruguay hemos sido pioneros en el diálogo entre credos”.

El principio básico de la economía de la oferta y demanda nos ayuda a entender la dimensión de esta realidad. En otras partes del mundo la convivencia entre religiones lejos está de ser algo cotidiano, es aún un deseo, un anhelo. Que la semana pasada representantes de la comunidad judía hayan compartido este momento con un representante de la comunidad local musulmana Ahmadia en Montevideo, no sucede en todos lados. Que en Uruguay hace 60 años los principales referentes del judaísmo y cristianismo trabajen todos los días juntos no es algo que suceda en cualquier lugar. Que en Argentina durante cada festividad de Ramadán, el Congreso Judío Latinoamericano ofrezca un corte de ayuno junto a la comunidad musulmana no es algo tan fácil de encontrar. Y podemos exportarlo porque en otras partes no cuentan con ello y tenemos muchos años de experiencia. Como bien lo explicó el rabino Dany Dolinsky, uno de los copresidentes de la Confraternidad, durante el acto en Montevideo, queremos que lo que no es noticia aquí, comience a serlo para visibilizar y exportar esta característica, este diferencial de nuestro país y región. En palabras del mismo Dany, “queremos ayudar así a que en tantos lugares donde no hay convivencia, en el futuro comience a haberla”.

Lamentablemente, también las divisiones son parte de la realidad actual de nuestro país y la región. En este sentido, acciones como esta sirven como una demostración material de que, en cualquier circunstancia, el acercamiento no solo es posible, sino que es positivo para todas las partes. Como destacó Sturla en la firma de la declaración “Tenemos que tratar de unir esta sociedad que se ha ido fragmentando. Este acuerdo se logró gracias a gente que, a pesar de las diferencias, se ve entre sí como hermanos".

Además de judíos, cristianos, musulmanes (e inseparablemente de ello) somos uruguayos. Las identidades no compiten y el pasado ya nos enseñó qué sucede cuando se ponen identidades a competir y hacia dónde quieren ir los que fomentan esto. El respeto y sentimiento de pertenencia de las comunidades y credos hacia nuestros países y el respeto en los distintos estados de nuestra voluntad de mantener vivas nuestras tradiciones, también explican este fenómeno de convivencia. El miércoles en Montevideo nos juntamos uruguayos de distintas religiones, pero todos orgullosamente uruguayos.

El Talmud, principal compilación de las leyes judías y enseñanzas de nuestros sabios, sentencia que Dina demaljut a dina, “la ley del reino es ley”. Ya en el corazón de la cultura judía está explícito el respeto hacia la nación en la que la comunidad se desarrolla, entendiendo que sin el encuentro con el otro no solo es imposible construir un país sino que las comunidades en su seno tampoco van a poder prosperar. Convivir nos beneficia a todos en Latinoamérica y sin duda la inspiración que le podamos transmitir al mundo con estas acciones va a beneficiar a muchos más.

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