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El futuro de Brasil

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Rubens Barbosa
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Brasil es una de las diez mayores economías mundiales. A partir del 1° de enero, el futuro presidente brasileño tendrá que desarrollar una política externa que responda a los desafíos internos y externos y que tenga como objetivo colocar nuevamente a Brasil en un lugar adecuado en el mundo.

En las elecciones de octubre (7 de octubre la primera vuelta y 28 de octubre el balotaje), los candidatos se dividen en reformistas y populistas. Dependiendo del resultado de las elecciones, si prevalecen los reformistas, los formuladores de política externa no tendrán más alternativa que la de buscar nuevos énfasis y nuevas acciones externas para restablecer la presencia de Brasil en el escenario internacional.

Teniendo en cuenta el actual interés nacional, las prioridades tendrán que ser revaluadas de acuerdo a las transformaciones del escenario internacional en el siglo XXI. Se deberán destacar los intereses estratégicos de Brasil en Asia, en especial con China, con Estados Unidos y con otros países desarrollados. Al mismo tiempo, la relación con los países en vías de desarrollo deberá ser ampliada y diversificada.

El futuro gobierno deberá asumir una actitud proactiva en lo que concierne a la integración regional, con el liderazgo de Brasil, ampliar la liberalización comercial, profundizar los acuerdos vigentes y la integración física. En cuanto al Mercosur, tendrá que acelerar la recuperación de sus objetivos iniciales y avanzar en las negociaciones con terceros países. La relación con Venezuela merecerá una especial atención por la importancia de los problemas generados con el creciente número de refugiados y por la necesidad de defensa de nuestra frontera por el crecimiento del tráfico de drogas y de armas. A Brasil le interesa una Venezuela que supere sus problemas internos, políticos y económicos para volver a crecer con estabilidad.

El comercio exterior y las inversiones deberán ser prioridades de la política externa. Una nueva estrategia de negociaciones comerciales bilaterales (acuerdos en la región y fuera de ella), regionales (Mercosur) y globales (Organización Mundial de Comercio) será necesaria para poner fin al aislamiento de Brasil, con énfasis en la apertura de nuevos mercados y en la integración de Brasil a las cadenas productivas globales apuntando al crecimiento económico, al aumento de los flujos del comercio exterior y de la inversión externa. Una de las iniciativas más importantes podría ser el comienzo del proceso de negociación para la adhesión al megaacuerdo comercial en Asia (Acuerdo Transpacífico, integrado por Japón, la Alianza del Pacífico y los países asiáticos) y la finalización de las negociaciones del Mercosur con la Unión Europea y Canadá. Sin olvidar contactos con países africanos para entendimientos que apunten a la negociación de un acuerdo comercial con el Mercosur.

Las actividades de promoción comercial y de captación de inversiones en innovación y tecnología deberán ser ampliadas por medio de la APEX-Brasil (Agencia para la Promoción de Exportaciones e Inversiones de Brasil), que debería permanecer integrada a Itamaraty.

En cuanto a las organizaciones internacionales, Brasil debería ampliar y dinamizar su acción diplomática en los temas globales, como sustentabilidad, energía, tráfico de armas y de drogas, combate a la corrupción, así como en los nuevos temas como terrorismo, guerra cibernética, control de Internet, y en las cuestiones de paz y seguridad (la ampliación del Consejo de Seguridad, operaciones de paz, no proliferación).

La política externa seguirá apoyando el ingreso de Brasil en la OCDE para modernizar su gobierno y ajustar sus reglas y reglamentos a lo que sucede en el mundo. A Brasil le conviene buscar formas de ampliar su participación política y económica en el Brics, en el G-20, en la CLPL (Comunidad de los Países de Lengua Portuguesa) y en el IBSA (acuerdo India, Brasil y Sudáfrica).

El tema ambiental y el desarrollo sustentable es uno de los principales activos externos de Brasil. El futuro gobierno deberá cumplir con las metas asumidas en el Acuerdo de París y en compromisos similares.

Brasil tendrá que defender vigorosamente los valores que preciamos internamente, como la democracia y los derechos humanos, especialmente en América del Sur. Deberá enfrentarse a la campaña de descrédito de Brasil en el exterior que alcanza a las instituciones de las leyes y compromete la reputación del país. Los Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) servirán como referencias en las relaciones externas del país. Conductas de gobernabilidad de alcance global, tales como las relacionadas al combate a la corrupción, a la transparencia en el trato de la cosa pública deberían ser adoptadas y estimuladas por parte de Brasil en las relaciones con países y con organismos internacionales.

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