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China, la superpotencia

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Rubens Barbosa
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Una China fortalecida se presenta en el escenario global como superpotencia y pasa a disputar un lugar con EE.UU.

Esta nueva postura china quedó evidente en octubre pasado, durante el 19° Congreso del Partido Comunista, que contó con más de 2.300 participantes.

Desde una perspectiva histórica, ese Congreso podrá ser visto como un divisor de aguas. Abandonando la postura burocrática y cautelosa que caracterizó las acciones de liderazgo chino en las tres últimas décadas, Xi Jim Ping se afirmó como el líder más importante de China desde Mao Tse-Tung y el Partido Comunista reafirmó su control sobre la política interna.

La acción externa de Pekín pasa a ser cada vez más desinhibida y la cautela y la armonía, su marca registrada por muchos años, cede lugar a una presencia cada vez más afirmativa tanto en las áreas económicas y comerciales como en la política y diplomática.

Algunas decisiones anunciadas al final del Congreso apuntan a los rumbos de la China actual: se destacó el comienzo de una nueva era para China con la restauración de la grandeza del país en el concierto de las naciones; Xi Jim Ping se reafirmó como comandante supremo y sus principales pensamientos ideológicos fueron incluidos en la Constitución, como sucedió con Mao; el modelo chino de gobierno —llamado de desarrollo con independencia— de capitalismo de Estado y de Partido único, se presentó como un ejemplo para otras naciones; el Partido Comunista salió fortalecido con el anuncio de que cualquier amenaza a su autoridad será enfrentada con todo vigor; el control político fue reforzado en la prensa, en internet y en las redes sociales; el combate a la corrupción continuará y se intensificará.

Esa nueva era de la gran estrategia china significa que China vuelve a tener un lugar de relevancia en el proceso decisorio global y el país busca afirmar la imagen de soft power global. Como segunda economía mundial después de los Estados Unidos y como el mayor importador y exportador global, China se viene colocando como defensora de la globalización, del libre comercio y de la sustentabilidad, apoyando el acuerdo de París sobre el cambio climático. Por primera vez, el liderazgo chino osadamente ofrece su modelo económico y político como un ejemplo para los países en desarrollo.

En la política externa, Pekín pasó a adoptar una línea más firme en la defensa de sus intereses como la amenaza de una fuerte reacción de todos los chinos ante cualquier intento de secesión, teniendo en mente las situaciones de Hong Kong y Taiwán, consideradas como partes integrantes del territorio continental.

Además, mantuvo la política de construcción de bases militares en islas artificiales del mar del Sur de China y la actitud ambigua en relación a las sanciones al programa nuclear de Corea del Norte.

Con la intención declarada de colocar a China como potencia global, Xi Jim Ping recibió al presidente Donald Trump a comienzos de noviembre. Aumentan los problemas geoestratégicos que enfrentan a los dos países: no solo en Corea del Norte y en el mar del Sur de China, sino también en las tensiones económicas y comerciales.

Con relación a América Latina, con la gradual retracción del gobierno y de las empresas norteamericanas, China pasó a ganar espacios significativos, más allá de la simple presencia comercial. Con excedente de capital a bajo costo para ofrecer, la financiación de megaproyectos en América Central se multiplica: un puente de 32 kilómetros en Trinidad y Tobago, una réplica del Canal de Panamá (donde China ya es el principal usuario) en Nicaragua está siendo examinada por una empresa china. Arrasadas por los recientes huracanes, Martinica recibió US$ 3,8 millones y Antigua y Barbuda, US$ 2,5 millones de ayuda humanitaria. En América del Sur, China pasó a ser el primer, segundo o tercer socio comercial de todos los países de la región y extendió generosas financiaciones a Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Brasil para proyectos de infraestructura y hasta para la creación de una base para monitoreo de satélites en el sur de Argentina.

En todos los países su- damericanos, el crecimiento de las exportaciones de China fue mayor que el de Brasil. El caso de Paraguay es emblemático: a pesar de ser el único país en mantener relaciones con Taiwán y no con China, las exportaciones chinas, con 27% del total importado, superan a las brasileñas (24%).

La concentración de poder con XI Jim Ping y la incorporación formal de sus pensamientos indican que la apertura económica va a continuar, al mismo tiempo que el control político será mayor, con represión de manifestaciones contrarias al régimen en todos los medios, incluso digitales. China, a diferencia de lo ocurrido en la URSS, va a ampliar la perestroika, sin avanzar en la glásnost.

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