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Brasil y los EE.UU.

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Rubens Barbosa
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A partir de 2019, las relaciones políticas y diplomáticas de Brasil con Estados Unidos deben pasar por una transformación radical.

Las declaraciones del presidente electo de que "las relaciones con EE.UU. tendrán prioridad", del diputado federal Eduardo Bolsonaro de que "Brasil está pronto para trabajar con EE.UU. en todos los frentes, por la convicción de que hay una gran convergencia entre los objetivos y la visión del mundo de las dos naciones" abren camino para una relación claramente afirmativa. El canciller, Ernesto Araújo, ya dijo que "en la relación bilateral el cielo es el límite y que tenemos que pensar en grande para dar un salto cualitativo en la aproximación con Washington, lo que permitirá hacer cosas que serían impensables".

En una perspectiva a mediano y largo plazo, parece ser de nuestro interés la ampliación de la relación, dentro de un ambiente de respeto mutuo y de confianza restaurada, siempre que quede claro que ni todo lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Brasil.

Brasil y Estados Unidos deben superar los estereotipos y prejuicios recíprocos y tienen que definir lo que desean de la relación con el otro. Las asimetrías en todos los sectores entre Brasil y Estados Unidos. hacen difícil aceptar que los objetivos globales y la visión del mundo de las dos naciones sean comunes, especialmente con las políticas norteamericanas en relación a China, Siria y al conflicto Israel-Palestina, por ejemplo.

Una alineación automática —no esperada, ni deseada por EE.UU— podría materializarse en algunas decisiones como el traslado de la embajada brasileña a Jerusalén, o en políticas globales (cambio climático, derechos humanos, migración, comercio); sería un servicio a la política externa y a los intereses más amplios del país.

Como desdoblamiento de esa nueva realidad, no será sorpresa si Estados Unidos responde positivamente a las señales de Brasilia a Washington. Las recientes visitas a Brasil del vicepresidente Mike Pence, del exministro de Defensa Jim Mattis, del Subsecretario del Tesoro Sullivan y del Secretario de Estado, M. Pompeo, representante de Trump en la asunción de mando de Bolsonaro, comenzaron a modificar la percepción de Washington sobre Brasil.

Un alto funcionario de la vicepresidencia de Estados Unidos declaró que "hay un esfuerzo consciente del gobierno norteamericano, que viene de lo más alto de la jerarquía, para una aproximación con Brasil". La percepción es de que la elección de Bolsonaro trae a alguien dispuesto a ser "socio". Washington puede preguntar ¿cómo Brasil y Estados Unidos podrían trabajar juntos?

El foco de la relación Brasil-EE.UU. es básicamente económico-comercial. Como embajador en Estados Unidos durante casi cinco años, siguiendo orientaciones de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y parte del primer mandato de Lula da Silva, traté de desarrollar acciones que resultasen en una mayor aproximación entre los dos países. En términos de comercio, de inversiones y aún en el escenario internacional, Brasil solo tendría para ganar con una relación más cercana a la única superpotencia mundial. La condición para eso, será definir muy claramente nuestros objetivos y nuestra agenda en los entendimientos bilaterales.

El levantamiento del bloqueo de Washington al pedido de adhesión a la OCDE [Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos], el fin del acuerdo de los salvaguardas tecnológicos que viabilizará el Centro de Lanzamientos de Satélites y de las restricciones protecionistas a productos brasileños son hoy las principales prioridades.

En el área política y diplomática, la posibilidad de encuentros regulares a alto nivel presidencial, podría facilitar el entendimiento entre Brasil y Estados Unidos para encaminar cuestiones pendientes en América del Sur como la crisis política, económica y social en Venezuela. La desinvitación al gobierno de Caracas para la asunción presidencial no contribuirá para que Brasil colabore constructivamente para una solución pacífica y democrática. En los organismos internacionales, políticos, financieros y comerciales en los que Brasil mantiene una posición de influencia, a pesar de haber bajado la voz en algunas áreas, el entendimiento podrá ser provechoso para ambos lados.

De acuerdo con estudios optimistas del National Intelligence Council, de WDC, en 2025, Brasil sería una potencia económica mundial entre las cinco mayores economías en términos de PIB.

En ese escenario, la posición de Brasil en la región tenderá a volverse cada vez más activa e importante. La emergencia de Brasil como una potencia económica traerá nuevos desafíos para la política exterior y para la política comercial externa de Brasil, lo que podrá contribuir para la construcción de una madura y proficua sociedad con Estados Unidos.

Rubens Barbosa, presidente del Instituto de Relaciones Internacionales y Comercio Exterior (Irice).

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