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RODRIGO CABALLERO
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Hay cosas que uno sabe que no pueden fallar.

Decir que el senador Guido Manini Ríos es un personaje nefasto, desde el sillón de invita-dos de La Letra Chica, entrevistado por el Profe Piñeyrúa y siendo contemplado de cerca por Diego González y el resto de los periodistas y técnicos que componen el equipo del programa, no es lo que la cabeza de este columnista identifica como jugársela.

Más bien parece querer expresar lo que es evidente que sí te va gustar.

Palabras que buscan la aprobación inmediata y, a la vez, cercenan de raíz toda posibilidad de confrontación con quienes se desea estar en armonía y con “flow”.

Abrazarse a lo obvio y a lo seguro.

Y eso fue lo que hizo Emiliano Brancciari, líder del conjunto de rock No te va Gustar, en una pasada emisión de la citada propuesta de TV Ciudad. Su crítica a Manini es todo lo contrario a lo que hicieron los rockeros desde que el rock surgió en el mundo y por lo cual fue definido por el establishment como la música del diablo: confrontar. Patear el tablero.

Pudrirla. También es lo contrario al desafiante nombre de la banda y lo más parecido a lo que en fútbol se conoce como pizarra.

Jugar a cartas vistas. Realizar una acción vistosa pero estéril, cuya ejecución no implica ningún tipo de riesgo para el player ni para su equipo, aunque aparente hacerlo.

Los rockeros, más que otros artistas, se han caracterizado a lo largo de los años por ser polí-ticamente incorrectos. Por chocar contra lo establecido. Por romper los instrumentos arriba del escenario y los esquemas abajo.

Sin embargo, Brancciari se despachó con el opuesto. Con lo políticamente correcto, con la palabra precisa y la sonrisa perfecta, en un entorno ideal de contención total

A pesar de lo dicho, las declaraciones de uno de los músicos más exitosos del país, resultaron insultantes e hirientes.

Pero no para Manini Ríos ni para los adherentes a Cabildo Abierto o a la Coalición de Gobierno, como puede invitar a pensar una primera lectura. Lo dicho por el músico es ofensivo para quienes él considera destinatarios de su mensaje: el público del programa. ¿Brancciari cree que los televidentes de La Letra Chica son idiotas? ¿Ingenuos capaces de comprar una arenga tan facilonga?

Como anunció en redes sociales un respetado amigo de este columnista, hombre de izquierda y rockero de ley hasta el tutano: “Próximas declaraciones jugadas de Emi: duras críticas a Hitler y apoyo incondicional a Gandhi”.

Ver a uno de los rockeros más exitosos de la escena actual -que además es el autor de la mayoría de las letras de las canciones con que la banda ha logrado cautivar a las masas- pizarrean-do de una manera tan infantil, resulta desolador. No sólo por lo que ocurre en su extremo de la comunicación, sino fundamentalmente en el otro.

Si esta página me permitiera usar emoticones como los de whattsapp, adjuntaría ese que representa una mano amarilla con los dedos índice y meñique estirados y los demás recogidos.

Lo pondría varias veces, una manito al lado de la otra, para reforzar el concepto.

Y lo haría como una manera de reclamar un poco más de rock a los rockeros.

Mucha falta hace en estos tiempos de tanta corrección.

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