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La sensibilidad

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RODRIGO CABALLERO
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Hace un tiempo, un empresario cuestionó a este columnista por una nota publicada en un portal de deportes. Adjudicaba su enojo a que el texto exponía información falsa sobre los productos que él comercializa.

La veracidad de la información presentada le fue demostrada y el empresario debió aceptar su error. No obstante volvió a la carga ya no con el contenido de la nota sino con el tono, que definió como agresivo y violento.

La información es algo concreto. El tono, en cambio, es subjetivo. Para un vegano, un asado es una actividad deplorable mientras que para quien esto firma se trata de un acto de amor. Por lo tanto no creí conducente responder este segundo reclamo y di por saldado el intercambio.

Hace unos pocos días, con el país conmovido por el fallecimiento del expresidente Dr. Tabaré Vázquez, me encontré con un tema similar al que acabo de narrar. El Observador recibió ataques por dos notas publicadas en sus páginas. Una de ellas había aparecido en la portada y la ilustraba una foto de las tres principales figuras de la coalición de izquierda juntas: Vázquez, Astori y Mujica. La bajada, responsable por afectar la sensibilidad de buena parte de la izquierda, decía: “uno enfermo de cáncer, el otro con achaques de la edad y el tercero golpeado políticamente… salieron a hacer pesar sus liderazgos en busca de que la izquierda se recupere en una coyuntura adversa”.

Sin analizar el contenido de la nota, a cualquier seguidor del quehacer nacional le consta que lo allí consignado era la realidad. Pero, ¡ahh, la sensibilidad! Un diluvio de críticas indignadas refiriendo a cualquier cosa menos al meollo de la nota, ganó la voz de un sector de la sociedad.

Me pregunto: ¿el cáncer no existe? ¿O no se lo puede nombrar? Los octogenarios ¿no tienen achaques? ¿O no es correcto mencionarlos? ¿Astori no fue golpeado políticamente y de manera feroz, una y otra vez, por sus correligionarios? Entonces por qué el periodista debería evitar referir a un hecho de tamaña magnitud: que los tres máximos nombres del partido, en el ocaso de sus vidas, hayan tenido que salir a la cancha para intentar evitar que el partido se siguiera viniendo abajo. ¿O lo que molestó fue que se expusiera de una manera tan gráfica dicho desmoronamiento?

Mientras me sorprendía leyendo sobre esta polémica, recibí el llamado de un buen amigo para pedirme que retirara de mi Facebook una columna de mi autoría, publicada aquí hace meses. El texto cuestionaba la honestidad de Vázquez y por eso había creído oportuno compartirla en ese momento, cuando todos exaltaban la figura del fallecido. Sin embargo fue justamente el momento lo que motivó el pedido de mi amigo. “Estamos de luto”, argumentó.

Como la sensibilidad es pura subjetividad y los amigos son los amigos, retiré la nota del muro. Ahora, ¿desde cuándo los periodistas salen a pedir disculpas por el efecto que causó su trabajo bien hecho?

Siempre que uno escribe sabe que va a causar un efecto. De hecho para algo lo hace. Y también sabe que lo que se diga puede tener tantas interpretaciones como lectores. Pero ni yo debo andarle pidiendo disculpas a los veganos por mi asado del domingo, ni Cavani a los ingleses por el saludo a su amigo, ni los periodistas a nadie por ejercer su profesión. De hacerlo, le estaremos dando la razón a los que se escudan en la sensibilidad para imponer mordazas.

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