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Referencias perdidas

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rodrigo caballero
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A esta altura del partido nadie va a sorprenderse si una investigación periodística revela que un político es corrupto, mentiroso o sencillamente sinvergüenza.

En los últimos años se ha visto de todo. Desde un director de casinos que terminó preso por su responsabilidad en maniobras de corrupción hasta un vicepresidente destituido por la misma causa, que además, igual que aquel entrañable personaje interpretado por Roberto Gómez Bolaños, se hacía llamar licenciado cuando no lo era. Dígame licenciado.

Pero la política es una actividad que más que muchas abre campo para la mala praxis, el acomodo o la avivada pura y dura. No soy de los que creen que todos los políticos son iguales. Para nada. Como en toda actividad humana, entre quienes la ejercen hay trigo limpio y yerba mala.

Lo que no termina de sorprender y de indignar a los que tienen menos estómago que este columnista, es la defensa apasionada que de los últimos, la yerba mala, hacen sus partidarios y correligionarios. Esa postura casi infantil de no aceptar que alguien que enarbola la misma bandera que uno haya sido capaz de cometer faltas.

Así vimos al exvicepresidente Danilo Astori asegurar en televisión que ponía las manos en el fuego por un Director Nacional de Casinos, que al rato terminó preso. También vimos a la senadora Lucía Topolansky convertirse en eterno meme de la redes sociales cuando aseguró haber visto el título de Licenciado en Genética de Raúl Sendic. Y a su marido, el expresidente José Mujica, que llegó a defender a indefendibles como Daniel Placeres o incluso al Pato Celeste, ave que también conoció la cárcel desde el lado de adentro.

La historia se repitió en los últimos días con las solidarias muestras de respaldo que algunas de las más altas figuras de la oposición tuvieron para con el senador comunista Óscar Andrade. Desde la intendenta de Montevideo Carolina Cosse, que escribió en redes “Ladran Sancho”, frase que acompañó con una carita haciendo una guiñada; hasta el flamante presidente del Frente Amplio, Ricardo Ehrlich, quien aseguró que el Boca era “un ejemplo para la ciudadanía”. Y claro, Mario Bergara, que a pesar de que el filántropo del pórlan lo estrujó sin misericordia cuando lo abrazó para celebrar las firmas del referéndum, se despachó con un: “Yo banco al Boca, compañero de ruta”.

Pero lo que mejor representó a este carnaval de disparates fue la sugerencia de Daniel Olesker a no mirar “Santo y Seña”, el programa que dio a conocer la evasión fiscal de Andrade. Olesker propuso que hiciéramos como el avestruz. O como esos niños que cuando algo de los adultos les molesta, se tapan lo oídos y cierran bien fuerte los ojitos. Piense el lector en los jóvenes simpatizantes de la izquierda y en el mareo que les debe provocar ver a sus referentes efectuando este tipo de malabares.

Pero como se dijo antes, ver a políticos exponiéndose al ridículo, tratando con un balde desfondado de achicar agua de un barco que se hunde, es algo casi normal. A lo que uno nunca se va a acostumbrar es al pueblo justificando a los avivados que lo agarran para la chacota. Ver al ciudadano de a pie enfrentándose con un semejante para defender a un privilegiado que acaba de burlarse de ambos, en pleno rostro, va a doler. Siempre va a doler.

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