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El principio del cambio

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RODRIGO CABALLERO
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De aquella promesa de Tabaré Vázquez de bajar las rapiñas en un 30% a la realidad concreta de su aumento en un 53% hay una diferencia de 120 puntos porcentuales.

La brecha entre lo que el histórico líder del Frente Amplio se creyó capaz de lograr y lo que efectivamente consiguió es abismal. Se traduce en casi 15.500 robos cometidos empleando violencia.

Dicho de otra manera, el número de rapiñas se ubica en más del doble de lo prometido por Vázquez en octubre de 2014, cuando aseguró que al final de su ejercicio, no pasarían de las 13.000. Terminó 2019 y el número de denuncias rozó las 30.000. Esos 120 puntos significan que fueron 28.500 las veces que algún compatriota sufrió en carne propia el infortunio de esta violenta y traumática modalidad delictiva.

El de la seguridad es uno de los asuntos más sensibles que enfrenta el país. Que así sea responde a la inacción de aquellos gobernantes a los cuales, el pasado noviembre, y en gran medida por esta razón, el pueblo les retiró la confianza. Amarras ideológicas, presiones de diversos grupos e incapacidad de gestión fueron las causas de la falta de respuestas del Frente Amplio para frenar el avance de la delincuencia. Durante los últimos tres gobiernos se ha dicho mucho y hecho poco.

Quién puede olvidar a la ministra del Interior, la señora Daisy Tourné, cuando bajo la ducha, acuñó el eslogan “sensación térmica”, desestimando los reclamos de la población y entendiendo que lo que estaba ocurriendo no era un problema real, sino apenas psicosis y manija de un pequeño grupo. O aquellos sabios consejos que Eduardo Bonomi ofrecía a los ciudadanos: no llevar nada de valor a la vista para evitar tentar a ese buen hombre que en realidad es incapaz de cometer una fechoría pero, ¡ah compañero! Tampoco me lo venga a tentar con un coche de moda o unos championes de marca. Visto en perspectiva parece un chiste, pero ese par de championes pasaba a ser un objeto de valor que nadie con un mínimo de criterio debería salir a ostentar más allá de las fronteras de su hogar. Por suerte el Ministro de prolongada gestión no recomendó evitar la minifalda para reducir los delitos de orden sexual y se evitó un lío bárbaro con las feministas de su partido. Responsabilizar por un crimen a la víctima y no al victimario o, en otras palabras, justificar lo injustificable con “algo habrá hecho”, es como mínimo ridículo.

Así y todo, a pesar de sus ministros de Interior, de la distancia entre sus dichos y los hechos, Tabaré Vázquez dejó el gobierno con un alto nivel de aceptación.

Analizando esta realidad no parece que el nuevo gobierno vaya a tener demasiada dificultad en lo que refiere a mejorar la seguridad de los uruguayos. La vara quedó tan baja luego de los tres últimos mandatos frenteamplistas, que toda acción que realice el ministro Jorge Larrañaga y su equipo, debería repercutir de manera positiva en la opinión pública y en la vida cotidiana de la población. Más aún, los resultados de esas acciones seguro se verán amplificados por la pobreza reinante en dicha materia.

Pero cuidado: reprimir a los cuidacoches que se dedican al menudeo de la pasta base y al robo oportunista va a tener un efecto positivo inmediato en el vecino que lo padece día a día. Pero no es suficiente.

Cuando lo que se ha hecho es poco y mucho lo que hay para hacer, es bueno haber comenzado.

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