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Contagio cuántico

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RODRIGO CABALLERO
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El senador y líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, declaró que desde la oposición “alentaron muchas veces movilizaciones, reuniones, marchas que pueden haber estado en el origen de esta disparada de los contagios; hay varias posiciones al respecto, pero es una de las posibilidades”.

Es una de las posibilidades sí, como la de volarse la cabeza de un balazo si usted juega ruleta rusa. La otra es que no le pase nada. Pero en cualquiera de los casos, la irresponsabilidad del jugador y el desapego a la vida, no están en discusión. El que juega a la ruleta rusa, viva o muera, es un irresponsable, a menos que adhiera a pies juntillas a la teoría de la inmortalidad cuántica, esa que dice que en su realidad subjetiva siempre va a sentir un click al apretar el gatillo aunque lo haga infinitamente, ya que no podrá experimentar su realidad en la que muere y su conciencia se mantendrá siempre en el universo que permanece vivo.

Es como el experimento de física cuántica conocido como El Gato de Schrödinger, en el cual se encierra un gato en una caja junto a una cápsula de veneno que se rompe -diseminando las toxinas dentro de la caja y matando al animal- únicamente si las partículas subatómicas se comportan de determinada manera. Si no lo hacen, la cápsula se mantiene inalterada y el gato sigue viviendo. Las posibilidades de que ocurra una cosa o la otra son del cincuenta por ciento, por lo tanto, mientras no se abra la caja y se compruebe si el mecanismo se accionó, el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo.

Claro que si en vez de obtener conocimientos sobre física cuántica, el objetivo es garantizar la vida del animal, se puede optar por una opción obvia: no colocar la cápsula con veneno dentro la caja.

¿A qué viene esto? A que si el GACH aseguró que una de las causas principales de la diseminación del COVID-19 son las aglomeraciones, en el caso que usted proponga una marcha o una movilización masiva, estará metiendo la cápsula con veneno dentro de la caja con el gato. Es decir: pondrá en juego la posibilidad de que los contagios ocurran. Que el animalito muera.

Teniendo en cuenta dichas vicisitudes del mundo de las probabilidades resulta que nadie que haya invitado o asistido a fiestas, manifestaciones, marchas o reuniones masivas, tiene derecho a ofenderse ante las declaraciones del Senador cabildante citadas al comienzo de esta pieza.

Si en lugar de un gato y una cápsula con veneno, el premio Nobel Austríaco Erwin Schrödinger hubiera encerrado dentro de una caja a algunos líderes políticos y sindicales junto a unos cuantos miles de adherentes, podrían haber ocurrido dos cosas: que los contagios se disparasen -pues así lo aseguró el GACH al alertar sobre el riesgo de las aglomeraciones- o que no pasara nada.

Por ahora la caja está cerrada. Quizá nunca se abrirá y por lo tanto jamás sabremos si las reuniones masivas fueron responsables por los contagios o no.

En cualquiera de los casos nadie debería sacar pecho -y mucho menos indignarse- por los comentarios de Manini Ríos. En cambio todos debemos tener claro que no es menos idiota el jugador de ruleta rusa que sobrevive que el que hace detonar la munición.

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