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Nada para preocuparse

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roberto vázquez platero
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Hace 220 años fue el turno de Malthus. Decía en su Ensayo que el posible crecimiento de la población era infinitamente más grande que la capacidad de la tierra de producir alimentos para su subsistencia. La historia se encargó de desmentirlo.

Los recursos naturales ya no son la clave para producir alimentos. Según un trabajo publicado hace pocos años (Fuglie y Nin Pratt, A changing global harvest), a principio de los años 60 el mundo alimentaba 3.500 millones de personas cultivando 1.370 millones de hectáreas. Cincuenta años después, la población se duplicó a 7.000 millones mientras que las tierras cultivadas aumentaron solo un 12%, a 1.530 millones de hectáreas. Sin embargo la producción se triplicó. Ello fue posible por aumentos de productividad, que también fueron responsables de la caída secular en los precios de los alimentos.

Con la suba de precios entre 2004 y 2011, los fantasmas volvieron a aparecer. Bancos, inversores y consultoras realizaban afirmacio-nes alarmantes; “La escasez de recursos será un tema dominante en el futuro; estamos agotando el stock mundial de recursos a un ritmo acelerado. Malthus podría finalmente estar en lo cierto”, decía un informe de Barclays en 2011.

En la misma época, GMO, un importante grupo inversor con presencia en Uruguay, comunicaba a sus clientes que “es tiempo de despertarse: los días de recursos abundantes y precios cayendo se han terminado para siempre”.

Todavía en la actualidad muchos creen que el mundo no tiene capacidad de producir alimentos y que los recursos naturales de Mercosur serán la salvación de la humanidad.

Nada más lejos de la realidad. Los adelantos tecnológicos que tenemos por delante son mucho más impactantes y prometedores que cualquier cosa ya utilizada.

Cientos de artículos se refieren al impacto que tendrá la Inteligencia Artificial sobre la producción de alimentos. La cadena alimenticia será transformada radicalmente por la IA de acuerdo a un alto ejecutivo de Intel.

Sin embargo, la madre de todas las innovaciones está en la genética. La “edición de genes” consiste en un conjunto de tecnologías que permiten modificar el DNA de un organismo a través del agregado, remoción o sustitución de material genético en determinada ubicación del genoma. Uno de los métodos desarrollados es conocido como Crispr-Cas9, que de acuerdo al Instituto Nacional de Salud de USA (NIH) ha entusiasmado a la comunidad científica, por ser más rápido, barato, preciso y eficiente que cualquier otro método.

El potencial de estas tecnologías para contribuir a curar enfermedades, producir alimentos y reducir la pobreza es tan inimaginable como hubiera sido anticipar la existencia de autos sin conductor hace 50 años.

Como toda innovación tiene riesgos que ya están siendo objeto de análisis y regulaciones en muchos países. En ese sentido, como escribía Bill Gates recientemente: “Utilizada responsablemen-te la edición de genes tiene el potencial de salvar millones de vidas y permitir que millones de personas superen su condición de pobreza. Sería una tragedia dejar pasar esta oportunidad”.

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