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Más de lo mismo no es alternativa

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Terminó el Mundial, uno de los más emocionantes por la ola de esperanza y alegría que inundó al país.

Ahora nos toca enfrentar la realidad nacional. Coinciden estos tiempos con la mirada de todo el espectro político puesta en la próxima elección, tiempo de propuestas, candidaturas, debates y discusiones de todo tipo.

Hoy tenemos un país muy diferente del que tuvimos en años electorales anteriores y si alguna palabra define lo ocurrido en los últimos cinco años, es “deterioro”; de la calidad de vida, de la economía, de las instituciones y cualquier otra variable que mida lo que significa vivir acá.

Todo en la economía ha empeorado. El crecimiento de los tres años de esta administración no alcanza a un tercio de lo que fue durante el período de gobierno anterior, con el agravante de que todos los mecanismos utilizados para alentar ese crecimiento anémico, son insostenibles. Se sigue gastando más de lo que se recauda, por lo que no debe sorprendernos que el déficit haya trepado al 4%, financiado por un endeudamiento público que crece a paso firme, como también lo hace el desempleo.

El control de la economía ya no está en nuestras manos. Bastará alguna tormenta importante en los mercados financieros, para que, tal como ocurrió más de una vez en el pasado, tengamos otra crisis. Y ciertamente las perspectivas de la economía mundial no son las mejores.

Los problemas vinculados a la seguridad se han agrandado notoriamente en los últimos años. De lo que no éramos conscientes, es de la incapacidad del Estado de enfrentar a esa combinación de narcotráfico y delito, que en el futuro y de acuerdo a declaraciones de la máxima autoridad policial, podría llegar a verse superado y perder el control de zonas que serían íntegramente gobernadas por delincuentes.

Leer esa entrevista me recordó una conversación que tuve en 1990 con Antonio Bejarano, un hombre que trabajó mucho por la paz de su país y que describía que algunas zonas de Colombia eran gobernadas por la guerrilla y el narcotráfico, quienes imponían “su ley”, cobraban peajes y recaudaban impuestos en sus territorios. Algo parecido a esto era impensable en Uruguay; hasta hace pocas semanas.

Las instituciones han ido perdiendo la confianza de la gente. La clase política pasa por su peor momento, en buena medida por el hecho de que un gobierno de izquierda, los ha defraudado profundamente. No menos desconcertante es un sistema de justicia, en cuya eficacia no confían gran cantidad de uruguayos, que se expone ante la opinión pública con acusaciones entre sus integrantes y que ha llegado al extremo de que algunos de ellos fueron acusados públicamente de estar más dedicados a hacer mandados para el Frente Amplio que hacer justicia.

La próxima, no será una elección más. Esperemos que los meses venideros no se limiten a críticas, discusiones sobre candidaturas y redacción de largos programas que pocos leen y nadie cumple. Sería bueno que nos hablen con la verdad, que nos digan que tenemos cinco años muy complicados y conflictivos por delante y que cada partido nos explique, lo más sencillo posible, cómo propone cambiar el rumbo en todos estos temas de fondo, en que más de lo mismo no es una alternativa.

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