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¿Por qué la OMC?

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El comercio mundial está amenazado. Guerra comercial o no, ya se han escuchado los primeros disparos. Esto requiere nuestra atención y, más importante, que actuemos.

La situación es sumamente grave. Las restricciones al comercio recíproco no pueden ser la nueva norma. La continuación de la escalada amenazaría el empleo y crecimiento en los países, afectando especialmente a los más pobres.

La comunidad internacional en su conjunto tiene la responsabilidad de ayudar a resolver estas cuestiones. Por mi parte, he mantenido consultas con gobiernos y dirigentes de todo el mundo, en las que he exhortado al diálogo y se han estudiado medidas que podrían revertir la situación actual. También he mantenido conversaciones con representantes de la sociedad civil (parlamentarios, empresarios, expertos y periodistas) para que se tome conciencia de lo que está en juego.

Pido a todos los que consideran el comercio como una fuerza positiva, y que las normas comerciales mundiales son fundamentales para la estabilidad económica y prosperidad, que hagan oír su voz. El silencio podría resultar tan nocivo como las medidas que llevan a la guerra comercial.

Ha habido algunas señales de progreso. Los líderes y las asociaciones empresariales están instando a los gobiernos que se abstengan de levantar nuevos obstáculos y que encuentren soluciones. El aumento de los aranceles significa precios más altos, salarios más bajos en términos reales y un incremento de la incertidumbre que puede entrañar la retirada de inversores y la pérdida de empleos. Asimismo, observamos más interés en la Organización Mundial del Comercio por parte de los dirigentes del mundo entero, que quieren fortalecer y mejorar el sistema, en vez de desmantelarlo. Esto podría ayudar a disipar las tensiones y encontrar una salida a la actual crisis del comercio mundial.

El debate sobre el fortalecimiento de la OMC no es nuevo. En los últimos años he estado trabajando con los miembros para conseguir precisamente eso. Hemos alcanzado logros importantes, como la adopción del Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, la eliminación de las subvenciones a la exportación de productos agropecuarios y la ampliación del Acuerdo sobre Tecnología de la Información.

A pesar de ello, muchos consideran que hace falta ampliar el debate sobre la reforma. Ya se están manteniendo conversaciones, pero todavía no tenemos una visión común de hacia dónde deben dirigirse los debates, qué ámbitos son más prometedores y más necesarios de abordar.

Independientemente de las respuestas, no cabe duda que se han de redoblar los esfuerzos para que el sistema mundial de comercio responda mejor a las necesidades de los miembros y desafíos de una economía mundial cambiante.

Los miembros de la OMC deberán también hacer frente a la amenaza del sistema de solución de diferencias de la Organización. Las 164 economías que integran la OMC representan el 98% del comercio mundial, y todo ello descansa en el sistema de solución de diferencias. Este es el mecanismo a través del cual los miembros se exigen cuentas unos a otros por las supuestas infracciones y que impide que las diferencias comerciales degeneren en confrontaciones más graves. Como tal, es uno de los pilares fundamentales de la gobernanza económica mundial, y es sumamente eficaz.

Muchas diferencias se resuelven antes de llegar a la fase de litigación, e incluso cuando llegan a esa fase el cumplimiento de las resoluciones es muy elevado. En torno al 90% de ellas se implementaron plenamente.

A pesar de su eficacia y de que se recurre a él más que nunca, el sistema de solución de diferencias se enfrenta a un grave problema.

El proceso de nombramiento de los miembros del Órgano de Apelación, cuerpo de jueces que examina las apelaciones en casos de solución de diferencias, está bloqueado debido a las preocupaciones de Estados Unidos sobre las resoluciones y procedimientos del Órgano.

El mandato de varios jueces toca a su fin, y pronto llegaremos al número mínimo necesario para que el Órgano funcione. Los miembros de la OMC están dispuestos a dialogar y resolver el asunto, pero por el momento no se avanza. Necesitamos un verdadero compromiso de todos para superar este estancamiento.

El mundo necesita a la OMC más que nunca. Sin ella, nos hallaríamos ante un futuro incierto, con guerras comerciales y menor crecimiento en todos los países. Aprovechemos este momento para reforzar la cooperación mundial en materia de comercio, lo cual en última instancia redunda en interés de todos.

(*) Roberto Azevêdo es el Director General de la Organización Mundial del Comercio.

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