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Vecindario complicado

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Los países no eligen a sus vecinos y tampoco pueden mudarse si no les gustan. Los países contiguos del Uruguay están pasando por una situación interna compleja en lo político y desastrosa en lo económico: una cosa es consecuencia de la otra.

En ambos países se han conducido las cosas o se las ha dejado precipitarse hacia dos estropicios graves: se ha corrompido el federalismo, convirtiéndolo en un sistema de sobornos, y se ha dejado desaparecer a los partidos políticos dejando que se vuelvan bandos de caudillejos. Apurando por esos dos caminos Brasil y Argentina se han vuelto ingobernables. No voy a profundizar en esa afirmación, lo menciono porque ese es el estado de situación en nuestros vecinos. Demás está decir que tanto por su proximidad como por la diferencia de tamaños los tropiezos de nuestros vecinos producen inevitablemente sacudones en casa.

La situación vecinal infiere daños en nuestro país pero también ofrece oportunidades. Empecemos por lo negativo: las complicaciones. Quizás la más grade sea la degradación del Mercosur. Nuestros vecinos encabezaron un proceso de adulteración del tratado, siendo su capítulo extremo la inclusión forzada ideológicamente de Venezuela (de la cual fuimos colaboradores vergonzantes). Ahora sirve para poco y no nos permite salir.

Otra complicación del vecindario es más vieja y ahora está contenida por el Covid-19: es el contrabando. En cuanto nos vacunemos vuelve. La economía literalmente descoyuntada de la Argentina kirchnerista y del Brasil del mesías brasilero (ese es su nombre completo: Jair Mesias Bolsonaro) tiene que producir para su mercado interno a precio de pobre. Esa situación configura una invitación al contrabando y, a la vez, una competencia desleal en el mercado mundial para nuestros productos exportables que son muy parecidos.

Pero las complicaciones no son lo único que nos proporciona el vecindario; también juegan a favor. El Uruguay, ahora más que nunca, es un lugar serio, de confiabilidad, donde no hay que sobornar a nadie, donde los contratos se cumplen (seguridad jurídica), el gobierno manda, la ley se observa arriba y abajo y donde la política no es una guerra sucia de descalificación recíproca. Podremos discutir entre nosotros en qué grado eso sigue siendo verdad pero no se puede ni discutir en la comparación con Brasil y Argentina.

Además, la ubicación geográfica del Uruguay más las falencias de los dos vecinos hacen que nuestro país se vaya convirtiendo en un centro de servicios para ellos dos. No solamente lo que tiene relación con el turismo (que significa una montaña de dinero y una multitud de empleos) sino otros servicios.

Piénsese en las comunicaciones, a través de los nudos de conectividad: cable submarino, satélite, etc. (instalados desde gobiernos anteriores, agrego para que no lloren más). Lo mismo podría ser en términos de plaza financiera (a pesar de que algunos moralistas locales lo consideran una especie de garito).

El servicio más importante es el de los puertos. Hablo en plural porque el puerto de Nueva Palmira ya es un puerto regional. El sistema de puertos uruguayos sirve a Paraguay, Bolivia, sur de Brasil y Argentina misma pues será siempre un puerto con mejores condiciones naturales que Buenos Aires.

Los males del vecindario significan complicaciones pero también nos van a abrir grandes oportunidades.

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