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El trueno

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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Con Argentina somos familia con ancestros comunes. Cuando en 1830 aquí juramos la Constitución, nos establecimos como estado independiente. Hubo partición de bienes políticos y materiales. Cada miembro de la familia pasó a ser dueño de su destino.

1945 selló un hito en la vida del vecino. De la mano de Juan Domingo Perón y su esposa “Evita”, nació “el peronismo”. Un proceso tan caracterizado de proteccionismo económico, intervencionismo estatal exacerbado, distribución desorganizada de riqueza en beneficio de las masas de “descamisados” y multitudes en las calles, que se proyectó a musicales de teatro, películas de difusión planetaria, y un mito que llega hasta nuestros días. Alejó a nuestro pariente del podio que antes le tuvo al tope de las potencias del mundo.

La última versión -“¿peronista”?- ha sido el kirchnerismo. Impulsada por el fallecido Néstor Kirchner y continuada por Cristina, su esposa. En una América Latina realidad promedialmente fallida en logros sociales, integró a Argentina dentro del Foro de San Pablo creado en 1991, y le alineó dentro de la cáfila de autoritarismo y corrupción identificada con Fidel Castro, Lula, Chávez, el ecuatoriano Correa, y el boliviano Evo Morales entre otras “celebridades”. Que incluyen al partido comunista, los tupamaros e inevitablemente al Frente Amplio.

Imagen de la actual aventura “populista” argentina ha sido el presidente Alberto Fernández. El poder real se sabe lo conserva el kirchnerismo puro. Argentina hoy no tiene moneda, vive en default de su deuda externa, su PBI en términos históricos desbarrancó, no hay mercado libre de cambios, la inseguridad pública está instalada, la clase media se achica, la pandemia fue tratada ineficientemente, y la pobreza alcanza a casi la mitad de la población. Inventario breve de un fracaso sostenido.

Cuando nuestras últimas elecciones nacionales Alberto Fernández pasó por Uruguay loando al gobierno frenteamplista y tiene en el “profeta de la chacra” doméstico un gurú de consulta. Les une una base compartida: son mentirosos impenitentes. Un botón de muestra: Fernández denunció ayer la rampante corrupción durante la presidencia de Cristina Kirchner. Y, desde el gobierno borró con el codo lo que había escrito con la mano.

La democracia es separación de poderes. Ante la arbitrariedad del gobierno, o del Parlamento, el ciudadano halla refugio en el Poder Judicial y jueces independientes e imparciales. El asalto indeclinable al Poder Judicial que ha impulsado el kirchnerismo es expresión cabal del ataque a la institucionalidad republicana. Recientemente, se ha publicado “El Pacto”, una obra de la “Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia” (consultable en Internet). Da cuenta pormenorizada del pacto -celebrado en 2003- entre Néstor Kirchner y Horacio Verbitsky, un integrante de la organización terrorista “Montoneros”, a cambio del apoyo de estos a su gestión. En los hechos se orientó hasta ahora a concretar la impunidad de los extremistas y los gobernantes corruptos.

Días atrás en un pronunciamiento electoral de los vecinos considerado un plebiscito al gobierno kirchnerista el 70% de los votantes se pronunció en su contra. Como en 1973 dijo Juan Domingo Perón al final de sus días enfrentado a las organizaciones terroristas: “Cuando los pueblos se cansan hacen tronar el escarmiento”. Un trueno sonó allende el Plata.

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