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Tarjeta de crédito

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Ricardo Reilly Salaverri
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El alud de impuestos ciertos y los encubiertos por tarifas de las "empresas públicas", se explica con la tarjeta de crédito.

Pensemos en una persona que vive bien con la tarjeta de crédito en rojo y que lo que hace es pagar el mínimo mensual y seguir viviendo así. Podrá hacerlo mientras sus ingresos le permitan seguir con la "calesita", pagando intereses de usura. Mientras pueda mantener el crédito. Si se le corta, la pasará mal.

Los estados viven de los ingresos que tienen, los impuestos, a los que pueden subir, y a diferencia de los particulares, pueden endeudarse indefinidamente con prestamistas o emitir moneda, lo que genera inflación. Tienen plástico disponible. Actualmente la moneda de intercambio internacional, el dólar, abunda en el mundo, y por ley de oferta y demanda las tasas de interés pagas a los prestamistas están relativamente bajas. Es tentador endeudarse. El actual gobierno, que conoció cuando su instalación los precios internacionales de la producción agropecuaria —60% de nuestras exportaciones— más altos de la historia nacional, dilapidó ese activo. No hay desde 2005 hasta hoy una sola obra de envergadura encomiable.

Por el contrario acreció el gasto público con 70.000 empleados más (costo estimado 140 millones de dólares anuales) y ha desarrollado políticas de compra de votos de los compatriotas más pobres, con asistencia económica sin contrapartida. A lo que suma un despilfarro inconmensurable de miles de millones de dólares en la administración de los entes descentralizados. La mayor nómina de funcionarios dicen fue orientada a seguridad y salud pública. Resultado: hoy todos tenemos miedo de andar por la calle, y el número de hurtos, rapiñas, homicidios y asaltos inéditos como el del casino en Punta del Este, las voladuras de cajeros o los asaltos con armas automáticas en centros comerciales grandes, están a la orden del día. Y, el sistema de salud dio el año pasado 437 millones de dólares de déficit; debiéndose intervenir la salud pública por la continuidad de negociados y acomodos de público conocimiento. Eficiencia que le dicen…

Este carnaval se ha financiado con fiscalazos y tomando plata prestada, que no alcanza nunca para bajar el déficit del Estado, próximo siempre a más de un 3,5% del PBI. Solo el año pasado se emitieron en letras —toma de préstamos— 4.000 millones de dólares y se pagaron de intereses por el banco central 650 millones en tal moneda, lo que implica siempre un acrecimiento sobre la situación anterior (Inflación Reprimida, J. C. Protasi, Búsqueda, 1º/03/18). Sin este endeudamiento, principalmente comprando dinero a prestamistas con emisión en pesos, luego rescatada con letras de regulación monetaria traducidas a tasas en dólares apetecibles en el mercado internacional, la inflación sería el doble de la actual. El asado se paga, lo viene pagando el pueblo uruguayo. Pagan la actividad privada y el consumo popular básico. Y, pagarán nuestros hijos, nietos y bisnietos. Vale destacar que los trabajadores del sueldo líquido que perciben por cada 100 pesos, 69 pesos van al Estado por impuestos directos sobre salarios y los impuestos al consumo (ej.: IVA 22%) y solo 31 pesos quedan al asalariado (empresario Américo Deambrosis, en charla Cr. Astori, Cámara Uruguayo-Británica, 7/03/18, fuentes varias).

Con elecciones a la vista —salvo los acomodados y quizás UPM— nadie responsable puede ilusionarse sobre algo.

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