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Ricardo Reilly Salaverri
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Al tiempo de la caída del imperio soviético y previendo su derrumbe, hacia 1990, el fallecido Fidel Castro, quien fuera en la isla de Cuba un virrey servil del mismo, junto con el entonces joven trotskista Inácio Lula Da Silva —líder del Partido de los Trabajadores, que se consagrara presidente de Brasil en 2002— pusieron la piedra fundamental de una estructura paralela y supletoria a nivel continental del sistema de dominación ruso que caía, iniciando la actividad del cónclave marxista conocido como Foro de San Pablo (los datos que se citan en esta columna están especialmente tomados de El libro negro de la nueva izquierda; Márquez y Laje; ed. Pesur, 2016; Argentina).

Hacia 1996 ya había 52 organizaciones miembros, pertenecientes a 22 países, entre las que sumaban partidos políticos —caso del Frente Amplio uruguayo—, y se incluían movimientos terroristas y criminales, ligados en algunos casos al narcotráfico. Era necesario suplir el fenecido mensaje de la hoz y el martillo por otro nuevo. A partir de 1992, comenzaron a surgir internacionalmente y sobre todo en América Latina, movimientos novedosos, en apariencia inconexos, cuya primera expresión con motivo de los 500 años del descubrimiento de América fue el indigenismo.

Entre los promotores de una reunión el 12 de octubre de ese año, contraria al acontecimiento en La Paz, Bolivia, revistaba un joven Evo Morales, actual presidente de dicho país. La estructura se basó al comienzo en 458 ONG, un "curro" multiplicado geométricamente. Al mismo tiempo comenzaron a formalizarse marchas "del orgullo gay" y movilizaciones a favor de un feminismo radical en otros países, siendo las prédicas en favor del aborto y la liberación de la marihuana parte del tema, a la vez que se formalizaron encuentros de motivación ecologista.

Las viejas prédicas del marxismo —la lucha de clases y la revolución proletaria— se cambiaron por otras materias útiles para la convocatoria social, relativas a temas discutibles que generan opiniones diversas. Se les promovió con actitudes dogmáticas y extremistas con la intención deliberada de usarlas para atacar la libertad política, económica y social que conocemos. Así, tras la apariencia de la defensa de temas dignos de consideración por sí mismos, se escondió el fin de la acción, que no es otro que la toma del poder. Los gobiernos bolivarianos y "socialistas" de Venezuela, el de Correa en Ecuador, el de Morales en Bolivia, Lula en Brasil, Cristina Kirchner en Argentina, son parte de las acciones desplegadas por el Foro aludido. Sus horrores están a la vista. Se ha apuntado a consolidar una hegemonía cultural, inspirada en la orientación del comunista italiano Antonio Gramsci (1891-1937).

Más allá del contenido de las plataformas, se trata de promover una cultura de protesta contra los derechos individuales y la propiedad privada establecidos, uniendo todas las causas en una protesta y descontento general —formalizando una alianza— para alcanzar el poder.

Todas las iniciativas sobre temas como los citados en nuestra república, incluyendo las ONG del Mides y la publicitada designación por el partido comunista uruguayo de un abogado militante transexual como senador, publicitando tal carácter, quien ha debido renunciar al cargo por haber falsificado firmas en actuaciones judiciales, no son, por lo comentado, hechos casuales.

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