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De pitos y cornetas

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En la joven trayectoria de estados nacionales como el nuestro hay líneas de conducta claramente delineadas. La una es la estrictamente nacional arraigada en las ideas fundamentales de los próceres eternos hoy olvidados, la otra es la de los mediocres, hijos de la envidia y el resentimiento social, que en vez de mirar hacia un futuro común de grandeza, se asienta en mirar cómo se destruye a quien progresa.

En la joven trayectoria de estados nacionales como el nuestro hay líneas de conducta claramente delineadas. La una es la estrictamente nacional arraigada en las ideas fundamentales de los próceres eternos hoy olvidados, la otra es la de los mediocres, hijos de la envidia y el resentimiento social, que en vez de mirar hacia un futuro común de grandeza, se asienta en mirar cómo se destruye a quien progresa.

La primera cree que de la mejor realización personal y común todos crecemos algo; la segunda se basa en que a los que se destacan y crecen hay que voltearlos. Estos, numen del Frente Amplio, son como decía Arturo Jauretche “el medio pelo”, una cáfila de personas que nacieron para pito y envidian a los que son corneta, y que -tengan el lugar social que tengan- siempre seguirán siendo pito. Son nada, y se quieren sentir portadores de una importancia que carecen: la mediocridad es enfermedad incurable.

Veamos la línea de los nacidos para pito.

Hacia fines del 1800 aparecen los fundadores de la envidia: los anarquistas. A los compatriotas nacidos del origen español hecho criollo, con arraigo en el campo cimarrón, se suman inmigrantes. Todos en la primera etapa españoles e italianos. Con el tiempo, se agregan judíos, armenios, libaneses, turcos, y gentes de variados orígenes, normalmente arribados con lo puesto, quienes traen sus ganas de progresar y lo hacen, con ideas y “laburo”, un día con una bandeja de mozo, o cargando ladrillos o vendiendo camisetas, y muchos crecen, montan emprendimientos relevantes, y su ascenso es el del país. Otros, llegan y se fundan en hay que romper todo para construir la utopía contra natura de una sociedad sin estado y de iguales. Ignoran las diferencias insalvables. Ignoran la realidad. Unos son Einstein, otros no lo son. Unos Luis Suárez, otros “pataduras”, unos empresarios realizadores, otros empleados, unos destacados en lo que sea, otros gente del común, lo que no va en desmedro de nadie.

Y, los nacidos para pito del anarquismo, es una línea clara, surgen el socialismo marxista leninista de Frugoni, y de allí el comunismo -una empresa al servicio de los intereses del implosionado comunismo soviético- y también los delincuentes terroristas, con careta tupamara y simplemente seres nacidos con propensión incorregible hacia el desahogo de su frustración personal por medio del crimen. Tienen, fieles al origen de la envidia, una intención común: hay que robarle a los que salen hacia delante y repartir sus logros entre los inútiles.

Al engendro lo llaman justicia social, políticas de inclusión, redistribución de la riqueza, o como sea. Lo importante es el saqueo al éxito. Y, la frustración la hacen militancia: partido comunista, Pit-Cnt, FEUU, partido socialista y en definitiva, Frente Amplio.

Tienen un ámbito amado, su literatura: Marcha, Brecha, El Popular, la generación del 45, Benedetti… Himnos de regocijo para fracasados. Y su música “popular”: la murga. Los ilusionan los “equipos económicos” asentados en una premisa básica: ¿a quién podemos sacarle algo para destruirle su molesto bienestar?

No han construido una sola obra relevante. La forestación, las papeleras, las usinas hidro-eléctricas, la privatización de los puertos, las carreteras nacionales, el aeropuerto de Carrasco o el de Laguna del Sauce, etc., lo han hecho otros, con la oposición de la columna de los pitos. Su tarea actual son los ajustes fiscales. A lo pito.

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Ricardo Reilly Salaverri

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