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Periodismo monocorde

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ricardo reilly salaverri
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En medios audiovisuales abundan periodistas agitados por inquietud monotemática.

Al cierre de la gestión frenteamplista de gobierno nacional de los últimos quinces años suena estruendosamente clarinada de zafarrancho. Una reciente manifestación pública del fracaso -por aquello de “a confesión de parte relevo de prueba” aceptado sin discusión en el ámbito jurídico- ha estado a cargo del ministro Astori. Lo ha dicho sin rodeos, ni “gre-gre”, afirmó así ha sido en el campo fiscal, en la educación y la seguridad pública, en la construcción de viviendas y abreviando, en la honestidad de la gestión. Concretamente dijo que la corrupción se instaló en el oficialismo.

Hay una convicción extendida y errada en la ciudadanía, respecto a que el Parlamento es una suerte de fábrica de hacer chorizos, que debe producir leyes “pa’lo que sea”. Así, tenemos una lluvia permanente de leyes se trate de un refrito o un fregado. A lo que suman multitud de decretos, resoluciones, declaraciones y el diablo a cuatro paridos por el vientre de nuestro Godzilla estatal, que nos permite saber que con seguridad, todos estamos aquí y ahora, cometiendo alguna falta contra reglas de las que ni la divina providencia tiene conocimiento. Las que vienen acompañadas de inspecciones insolentes y destratos y multas pesadas destinadas a mantener las adiposidades del ogro burocrático que padecemos y su fertilidad infinita.

La historia inapelablemente enseña que la misión fundamental del Poder Legislativo es la de controlar al Poder Ejecutivo, al gobierno en general y a la gestión estatal en todas sus manifestaciones incluyendo las graciosamente llamada “empresas” del Estado. Así, nació la institución parlamentaria en Inglaterra desde las imposiciones de los señores feudales al rey Juan Sin Tierra, desde 1215 en adelante, y así lo asumió después de manera generalizada la institucionalidad occidental que impera en los países libres. Entre nosotros la mayoría automática que el gobierno frentista ha tenido por 15 años ha impedido el control parlamentario ante ostensibles irregularidades, de las cuales la magna bancarrota de Ancap es simplemente muestra de un kilométrico rosario. Ha prevalecido un canon estilo cosa nostra, el de la omertá, traducido en que “el hampa no habla”. O sea “tiremos la mugre abajo de la alfombra”.

El mare magnum de desaciertos por acción y omisión nos encuentra hoy con criminalidad desatada, desinversión, retiro de capitales por severos errores gubernamentales como lo recientemente ocurrido con Petrobras, o la expresión puntual del cierre de casi todos los restoranes más caracterizados de un alicaído Montevideo, debida a la razón que ha destruido a toda la economía nacional: los costos de combustibles, electricidad, cargas laborales y sociales, abuso sindical e ineficiencia burocrática que son insobrellevables.

Los periodistas aludidos al principio parecen no encontrar en estos vitales temas inquietud alguna. Son reiterativos y cargosos. Les preocupa solamente la aparición imprevista de un publicitado empresario en la escena electoral y el asunto Gavazzo. El primero deberían dejar lo laude el electorado. Lo segundo está en la Justicia, a la que fue enviado de manera inexcusablemente retardada por el Poder Ejecutivo. Presidencia y secretaría incluidas. Esperemos la sentencia a recaer. Y, vayamos a lo esencial ¿Queremos República y porvenir o zafarrancho y chavismo?

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