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Partes de guerra

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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El mundo viene librando una guerra contra el COVID-19, enemigo traicionero, escondido y letal. Nuestro país no es ajeno a ella. Estar en casa, mantener la distancia, evitar aglomeraciones y usar tapaboca, son hasta el momento las armas para enfrentar el ataque.

En todo el país, tras una exitosa presencia de la libertad ejercida con responsabilidad, se advierten aflojes. El pasado domingo en Montevideo, con sol radiante en las ramblas de Pocitos y Punta Carretas se lo pudo palpar. En el lugar -dicho día- se cierra habitualmente por la Intendencia municipal una de las manos de transporte automotor para que sea usada por las personas. Queda habilitada para vehículos la que se dirige hacia el centro de la capital. Concurren al espacio miles de personas. A caminar, correr, andar en patines, patinetas, monopatines y bicicletas. Coinciden allí desde ancianos hasta niños y mascotas. El domingo sumaba la posibilidad de ir a la playa. Por la tarde la aglomeración en la arena era plena y lo mismo ocurría en la calle, pudiéndose advertir el desconocimiento de la distancia y el uso de tapaboca. ¿Será un preanuncio de lo que se viene? Un protocolo más preciso, mayor divulgación preventiva por todos los medios de comunicación, helicópteros con parlantes, control policial y terrestre por la Prefectura Nacional Naval en cuanto corresponda, u otras medidas afines, parecen necesarios. Recordando públicamente que el contagio causado por un individuo a otros acarrea para los responsables una grave sanción de la ley penal.

A la luz de la superabundante información universal ¿qué buscan los violadores de la prudencia? ¿Desafiar al virus? No se sabe. Los promotores de marchas y tamborileos a altas horas de la noche sin precauciones, perjudicando el sueño de los vecindarios, obviamente se sabe anhelan la victoria del caos y una crisis definitiva en esta guerra contra la pandemia y el virus. Que lo es también contra el encierro, el desempleo y el desasosiego social. Sin vacilaciones la acción policial dentro de la legalidad se impone ante el empuje de una quinta columna piquetera para la que lo peor que pase al pueblo es lo mejor para su instinto de destrucción. Esto ocurre cuando merced al afloje citado se vienen registrando en la República récords en contagios, que sacuden la estabilidad de nuestra notoria conquista con reconocimiento planetario, en la lucha contra el implacable azote. En este escenario la evolución de las vacunas es relevante. Una de ellas -la Sputnik- de elaboración rusa, que el gobierno argentino divulgó compraría en un volumen de veinte millones de dosis, reveló en su programa el periodista Jorge Lanata que es un fiasco (“Periodismo para todos”, canal 13 argentino, domingo 8 de noviembre, 2020). No tiene los testeos requeridos para su aceptación generalizada y -además- el laboratorio que la produce no podría satisfacer una producción del volumen mencionado. Al revés de esta trama, la del laboratorio estadounidense Pfizer, asociado con el alemán BioNTech, ha superado las exigencias de prueba en humanos, requerida para su actual aceptación por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (94 infectados en 44.000 personas). Podría comenzar a utilizarse antes de fin de año en una cantidad de cincuenta millones de dosis. Su inmunidad tiene probabilidad de éxito respecto del 90% de quienes con ella se vacunen. Una palabra más: ¡Amén!

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