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Opinión universal

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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El 15 de marzo pasado leía una columna de Mario Vargas Llosa publicada en el diario El País de Madrid. Su título era “¿Regreso al Medioevo?”.

Refería a la similitud entre la peste que hoy azota al planeta, provocando daños cuantiosos a la Humanidad, con las del pasado histórico. Con el miedo a la muerte que acarrean.

Mencionaba a los perjuicios que vive concretamente España y a las aflictivas medidas que han debido adoptarse allí como en todo el orbe. Nuestro país incluido.

Destacaba Vargas Llosa: “Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación, y en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras”.

El pasado 19 de marzo en mi columna habitual de este diario, en base a toda la información disponible y particularmente movido por la referencia citada, aludí al tema. Inesperadamente vi como la embajada China me criticaba personalmente, sin rebatir lo central del tema, que es lo que vengo de aludir, en un suelto virulento enviado a este periódico, publicado el 24 de marzo. Debo decir que no desconozco lo notable de la civilización china, ni sus logros materiales contemporáneos, y su avance en la proyección mundial. Tampoco, sin consideraciones ideológicas, la importancia de su relación con nuestro país, que es relevante. Pero ese no es el asunto que personalmente comentaba en la columna, relacionado con el espanto presente que estamos viviendo.

Más cercano en el tiempo, Andrés Oppenheimer, indiscutido periodista de renombre mundial, en una columna publicada en esta página editorial que se tituló “China, el virus y la prensa libre”, decía: “Cada vez es más claro que la dictadura China suprimió la noticia del brote de coronavirus en Wuhan durante casi tres semanas. Para entonces, miles de personas con el virus habían viajado a otras partes de China, Italia y Estados Unidos’’ (3/04/20). Recuerda, además, que la ignorancia por el presidente norteamericano Donald Trump, de lo que la prensa informaba sobre el tema, explica -a su vez- las gravísimas derivaciones que la pandemia tiene hoy en Estados Unidos. Se demoró en la adopción de medidas adecuadas. Recuerda Oppenheimer que la prensa libre ayuda a preservar la democracia y también la salud humana.

Las representaciones diplomáticas chinas han reaccionado agresivamente, en varios países, en relación con quienes han compartido, sin concierto previo, el relato de lo ocurrido. Y no es porque quedaron presos de criterios propios de la vieja Guerra Fría. Sino porque como decía Aristóteles, en la vida la única verdad es la realidad.

En mi caso personal la tranquilidad de conciencia es absoluta. Ciudadano de la patria de José Artigas, quien como Jefe de la nacionalidad dijo a los compatriotas que le seguían: “Mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestras presencia soberana’’, sentando las bases de nuestra República y democracia, donde el sentimiento de libertad es intocable.

En ello va incluida la libertad de pensamiento, de expresión, la libertad con acierto o error de informarse y de informar, y la totalidad de los derechos humanos, cimientos de nuestro Estado de Derecho.

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