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¿Opinan o informan?

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RICARDO REILLY SALAVERRI
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Cuando en una maratón lleguen todos los corredores a la meta juntos, empezaré a creer que el socialismo, el comunismo y dislates afines son posibles. También que el que nace para pito no llega a corneta es una afirmación falsa.

Me hará feliz porque los años no me permitirán ser un Luisito Suárez, pero quizás pueda pintar como Blanes Viale o cantar como Gardel. Y cualquiera en ese mundo nuevo de la igualdad infinita podrá ser un notable músico, o médico, o empresario, o exitoso laburante de lo que sea. Mientras estas circunstancias no pasen -a quienes creemos la naturaleza humana no se cambia por ukase del zar- no nos queda otra que ser devotos de la realidad y hacer lo que se puede por la gente a la que se quiere, el pueblo al que se pertenece y por sí mismo.

Hay otra esperanza. Quizás. Que vuelva el Frente Amplio al gobierno, que los sindicalistas sean los reyes de la creación, y que la alegría de una Cuba, o Venezuela, o Nicaragua, y el reinado de los sátrapas y cleptómanos de la casta de los Lula, Dilma, los Kirchner y otras bellezas de las adyacencias avancen apoderándose de lo ajeno, todas las libertades incluidas, para darle a los pueblos infinita felicidad, con -inevitablemente- un pléyade de carencias y atropellos.

Los 33 orientales del desembarco en la Agraciada de reciente aniversario eran artiguistas y claros: “Libertad o muerte” rezaba su tricolor pabellón. Y, como Churchill decía, la democracia es un mal sistema, pero es el mejor de todos los que se conocen. Y, en eso está la esencia del pronunciamiento electoral que hizo que el Dr. Lacalle Pou y las fuerzas partidarias que le acompañan sean gobierno en la República. Con un clarísimo programa de gobierno, ampliamente divulgado. Mandato a cumplir impostergablemente, sin olvidar por un instante el cuidado del pueblo ante el ataque del coronavirus. Enfrente están quienes nos han dejado con la quiebra de la seguridad pública, de la educación, las finanzas internas y externas, en el encierro respecto los acuerdos arancelarios con otros países, para no hablar -abreviando- de los niveles de pobreza maquillados, del rampante desempleo, de los 70.000 nuevos empleados públicos y de los 400.000 trabajadores informales que no vio el agorero exministro Murro.

La coalición, sus miembros, tienen que ser conscientes de que la prensa, los informativos televisivos, los programas radiales y los medios de comunicación están plagados de personas que bajo la apariencia de dar información, en realidad encubren una militancia irrenunciable en el “progresismo” perdidoso. Aquel que ha dejado a los uruguayos la pesada herencia aludida. Son columnistas de opinión. Respetable oficio cuando se lo ejerce con el viento en la cara. Sin antifaces. Harán de cada desencuentro dentro del gobierno nacional, un tropezón que transformarán en ostentosa caída y de cada éxito, una referencia escueta y acallada.

Ejemplos los hay infinitos. Lo más reciente son las opiniones “técnicas” y “científicas” de miembros de la universidad pública o círculos de tecnócratas, dueños de una sabiduría inalcanzable. Todos rengos de una misma pata, quienes con gesto adusto piden impuestos a troche y moche y promueven ayudas económicas infinitas para publicitar su exquisita sensibilidad “social” (esta palabreja no puede faltar nunca). Propuestas vacuas que no hay quien pague. Reyes Magos incluidos, que se inscriben en una encubierta demagogia proselitista.

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