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Gurvich

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Ricardo Reilly Salaverri
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En la década del 70 del pasado siglo asistía al taller de pintura de "Pepe" —José— Montes (1909-2001). Maestro formado en la escuela de Torres García.

Talentoso. Aferrado a lo figurativo, llegó a la pintura a partir de su pasión por el dibujo. Bohemio sin retorno, ignoraba al mercado. En estantes adecuados apilaba ordenadamente lienzos y cartones, pintados al óleo. Tenía apartados en un estante seis notables obras que le había regalado José Gurvich, testimonio de momentos en que habían compartido juntos experiencias pictóricas. Admiré allí a Gurvich por primera vez.

José Gurvich (1927-1974) es genial expresión de un país que genera legión de artistas plásticos a los que no se les considera. Que promedialmente viven en el desconocimiento público, y sin abrigo estatal, carentes de algún tipo de protección social que les facilite en algo el decurso de la vida. Gurvich tiene reconocimiento internacional. Consecuentemente sus obras cotizan en precios importantes, de lo que da cuenta periódicamente en el plano nacional ese formidable aporte a las bellas artes que son los catálogos de la histórica casa Castells, en oportunidad de sus continuos remates.

A través de la prensa y con relatos confusos, actualmente ha surgido un tema vinculado con el museo Gurvich. Refiere a una compra directa, desarrollada por el gobierno nacional a través del Ministerio de Educación y Cultura. Para empezar no se sabe con certeza que se vende y que se compra. ¿El museo? ¿La casa? ¿Algunos cuadros? ¿Quiénes son los beneficiarios de casi tres millones de dólares citada en el juego de las noticias? ¿Como se llega a esa cifra? ¿Hay un expediente que dé cuenta de los detalles de la operación? ¿Han habido tasaciones serias de peritos respetables? ¿Si las hay porque no se lo publicita? Tal como se han planteado las cosas el hecho se inserta en una conducta sistemática de las autoridades actuales en el manejo que llevan adelante de la hacienda pública. Le antecede el Antel Arena, construido de forma inconstitucional, con sobrecostos infinitos, con cuentas escondidas, y con dineros de un ente público cuyo cometido son las comunicaciones y no el basketball o las murgas, o un circo cualquiera por respetable que sea. Los procedimientos de compra y gasto público opacos, realizados por el costado de la iglesia, generan necesariamente comprensible sospecha.

Que Gurvich es un personaje digno de memoria y respeto eternos está fuera de discusión y por lo mismo no merece se ligue su legado con las idas y venidas de un negocio manejado inadecuadamente por las autoridades.

Visitar el museo Blanes es deprimente. Más allá de su arte individual Juan Manuel Blanes ha hecho una "película" de nuestra evolución patria, lo principal de su magna obra reside en un oscuro salón, de una casona que tiene a su lado un penoso y abandonado "jardín japonés"...

En las grandes ciudades del mundo los museos de pintura son expresión cultural e invitación al turismo. Nuestro país por las razones que he expuesto debería proyectar un solo y gran museo físico que destaque la bondad de sus artes plásticas, sumando periódicamente nuevas adquisiciones mediante concursos que renueven el acervo que se ha aludido. El oscuro negocio citado tal como se lo ha planteado no es parte de un proyecto artístico nacional, Y no le acompaña una elemental razonabilidad y transparencia en la administración del Estado.

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