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Grillete o libertad

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Hacia 2005 era impostergable una racionalización tributaria. Se arrastraba el empobrecimiento social generado por la caída de “la tablita” del gobierno de facto y el cierre de las exportaciones de carne por la aftosa y el “tsunami financiero” y empobrecedor derivado de la crisis del “default” argentino que se encararon con tributos sumados aluvionalmente. No se habían dado circunstancias externas favorables en extremo como las que se aceleraron a partir del año 2004. Estaban —entonces, al 1º de marzo de 2005, al tomar el gobierno el Frente Amplio— las condiciones dadas para reformas tributarias simplificadoras y positivas, ya que —hecho inédito— el presidente y el partido que asumían contaban con mayoría parlamentaria como para ejecutar una modernización relevante de la vida nacional. Que hubiese contado sin duda hasta con la oposición.

Hacia 2005 era impostergable una racionalización tributaria. Se arrastraba el empobrecimiento social generado por la caída de “la tablita” del gobierno de facto y el cierre de las exportaciones de carne por la aftosa y el “tsunami financiero” y empobrecedor derivado de la crisis del “default” argentino que se encararon con tributos sumados aluvionalmente. No se habían dado circunstancias externas favorables en extremo como las que se aceleraron a partir del año 2004. Estaban —entonces, al 1º de marzo de 2005, al tomar el gobierno el Frente Amplio— las condiciones dadas para reformas tributarias simplificadoras y positivas, ya que —hecho inédito— el presidente y el partido que asumían contaban con mayoría parlamentaria como para ejecutar una modernización relevante de la vida nacional. Que hubiese contado sin duda hasta con la oposición.

Con el sistema fiscal basado en el IVA durante 1990 y 1994 —gobierno del Partido Nacional— según la Comisión para América Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de Naciones Unidas especializada en investigación económica en la región, nuestro país había sido el que había procedido a la mejor distribución de riqueza en toda el área de su competencia. O sea, que a partir de lo conocido se podía haber trabajado, sin dejar de recordar que Uruguay por entonces se ubicaba en las proximidades del lugar 30 en el ranking de desarrollo humano mundial de la ONU y hoy anda pasando el puesto 40.

Pero, en el elenco económico directriz del progresismo, que se basa en tecnócatras “ideológicos”, se optó por un impuesto a los ingresos brutos de las personas físicas, que lo llamaron “a la renta”, que significó para pasivos beneficiados por mejores jubilaciones para las que aportaron en la vida un ajuste fiscal, así como para empleados públicos con altos ingresos, y para los empleados privados directamente una rebaja de sueldos a favor del Fisco.

La agresión a los sectores con ingresos medios de la población y el “fiscalazo” constante se había iniciado.

El impuesto a la renta de empresas y personas físicas tiene la lógica de que se afecta parte de lo que a las personas y empresas les sobra, la renta, durante un período de tiempo determinado, descontados los gastos necesarios para su sobrevivencia. El aplicado acá fue en frío, sin deducciones elementales que rigen en el mundo que usa esta solución. A su vez se dijo que se suprimiría el patrimonio y se rebajaría el IVA. Quedaron los dos.

Sumado a lo anterior que implica para gente del común tener que andar con un contador en el bolsillo —antes innecesario— con los gastos, las molestias y los trámites del caso, llegó el Sistema Nacional de Salud, otro engendro que como principal resultado tuvo el saturar las mutualistas, castigar a sus beneficiarios y abandonar buena parte de la atención hospitalaria para personas de bajos recursos. Implicando otro tributo más y arrasando un sistema mixto que antes comprendía a los seguros privados, la asistencia mutual y los hospitales, sin agrandar las dificultades de liquidación tributaria y el embrollo de burocracia en que se ha envuelto a la población.

Ahora, los tecnócratas para apretar más la privacidad de la gente sancionaron la ley de bancarización. Quieren que todas las operaciones económicas, se hagan con tarjetas de plástico, para que queden registradas y el Fisco robe a piacere para un Leviatán ineficiente. ¿Queremos: grillete plástico y sumisión a los bancos, o Libertad?

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Ricardo Reilly Salaverri

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