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Cayó otra cortina

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En los tiempos que corren vivimos acontecimientos que expresan el fin de una era.

En los tiempos que corren vivimos acontecimientos que expresan el fin de una era.

Para la generación que integro, que calificaré como pos Segunda Guerra Mundial, nacida aproximadamente después de 1945, la actualidad nos dice que la razón acompañaba nuestras convicciones políticas. Y, que -particularmente América Latina- sobrellevando las dificultades de administrar sociedades en que conviven contradictorias influencias indígenas, expresiones afroamericanas llegadas desde los brutales tiempos de la esclavitud y el asentamiento europeo vanguardia de la colonización histórica, ha conocido experiencias mesiánicas de despotismos calificados como izquierdas o derechas, que solo han servido al estancamiento político, económico y social, así como a enfrentamientos fratricidas, revoluciones, golpes de estado y corrupción.

Y digo el fin de una era -otra cortina, como la de Hierro o de Bambú, que se cae- porque debates y enfrentamientos que llegaban al crimen y el caos, impulsados desde la revolución monárquica de Fidel Castro, 1959, en adelante, a partir del terrorismo y un baño de sangre que anunciaban la bienaventuranza del edén socialista, hoy se llaman Barack Obama en una empobrecida La Habana recibido bajo esperanzado palio popular y -dicho brevemente- Nicolás Maduro déspota al pie del abismo en Venezuela, Lula y Dilma, con la policía en la nuca en Brasilia, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia; y el saqueo “K” en Argentina, con tribunales que esperan acuciantes a una banda que saqueó al pueblo argentino hasta los extremos más inconcebibles.

También se llama comunismo, tupamaros y Frente Amplio en Uruguay.

Hijos de la misma matriz.

Lo que vendrá es imprevisible. Puede continuarse, caso de nuestro país, en el error, sin mañana: corrupción administrativa generalizada encubierta por el propio gobierno, robo del producto del trabajo y la producción nacional (vía vaciamiento de las empresas públicas, tarifazos y más impuestos a la producción), crisis de la seguridad y de la enseñanza pública al infinito, y un sostenido vivir peor e igualar para abajo. O, por el contrario, puede promoverse, tarea a pensar, a armar y construir en concierto nacional, la apertura de la economía nacional al mundo (sin taras “antiimperialistas”), planes nacionales de respaldo ciudadano en educación y en innovación científica y tecnológica, racionalización del tamaño del estado, abatimiento de burocracias paralizantes e inútiles, cabeza abierta sin prejuicios, y respeto del estado de derecho, la iniciativa privada y la separación de poderes.

El actual gobierno nacional está agotado. El caos de ideas y conductas internas sin un sentido elementalmente racional del mundo y el ocultar la corrupción de Pluna, Ancap, el Fondes y el despilfarro sin ton ni son de los dineros públicos, en la mejor tradición populista, más una ineficiencia probada en el cumplimiento de las más elementales obligaciones del Estado y el gobierno, vaticinan un futuro inmediato ineludible de sombras. Es parte de la Latinoamérica que el frentismo representa que pasó por la Historia solo causando atraso y daños. Y, de esto se sale, solamente, con ideas, planes, y un movimiento nacional superador de los partidos, que genere una ilusión de cambios consistente y compartida popularmente. Con egoísmos de chacras no hay mañana. Los pueblos son débiles cuando viven -como vivimos- en el desconcierto.

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Ricardo Reilly Salaverri

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