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No va más

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ANTONIO MERCADER

La oposición debería aprovechar que la izquierda está haciendo todo lo posible por perder el control de la intendencia de Montevideo. Debería empezar por marcar a fuego la suma de errores que el Frente Amplio viene perpetrando desde el Palacio Municipal y articular una propuesta para mejorar los servicios. Para ello necesita buenos candidatos y un programa de recuperación de esta ciudad que se cae a pedazos tras 21 años de gobierno frentista.

La oposición tiene que moverse ahora, cuatro años antes, y no cuando falten apenas cuatro meses para la instancia electoral. Se necesitan nombres para montar una suerte de gobierno en la sombra. Nombres para integrar un equipo a la inglesa que denuncie la actual situación de la comuna y describa cursos alternativos para cambiar las cosas. Los montevideanos, hartos de esta conducción del municipio, estamos a la expectativa.

La mayor fuerza del Frente Amplio siempre residió en Montevideo. Aquí nació y se consolidó para luego expandirse por el resto del país. Y es aquí precisamente en donde manifiesta sus primeros y más nítidos síntomas de decadencia. Prueba de ello fue la última elección con una candidata digitada sobre la hora que registró una pérdida de más de 100.000 votantes para la coalición. Hoy, una encuesta de Equipos canta el descontento de la población con Ana Olivera: sólo un tercio apoya su gestión.

Un descontento que abarca no sólo a la actual intendenta sino al legado de sus antecesores. A partir del primero, Tabaré Vázquez, que malacostumbró a Adeom con un desmedido aumento salarial y una injustificada reducción de horario. Seguido por Mariano Arana cuya gestión, signada por el escándalo de casinos, arruinó su propia carrera política. Un ciclo cerrado al fin por Ricardo Ehrlich cuya reelección el Frente Amplio ni siquiera se atrevió a pedir.

La característica común de estos hombres fue pasarle a sus sucesores una pelota cada vez más envenenada de concesiones y adeudos. Un pase emponzoñado por las transacciones con Adeom que siempre estuvo en condiciones de invocar un arreglo anterior y exigir más y más como hoy lo comprueba Ana Olivera. A lo cual se añade una deuda desmedida en relación al presupuesto comunal.

La salida del ejército a limpiar las calles desnudó el límite al que habían llegado las cosas y señaló, esa es mi opinión, el principio del fin de la era frenteamplista en la capital uruguaya.

Una capital con impuestos urbanos que, está probado, son más caros que los de París, Roma o Madrid. Una comuna con 8.000 funcionarios que arramblan con dos tercios de todos los ingresos municipales y cuyo gremio bate récords de impopularidad como pudo verificarse con la crisis de la basura, ese flagelo que la gestión izquierdista nunca supo erradicar. Lo expresó la gente volcando desperdicios ante la casa de una dirigente sindical o negándose masivamente a darle la clásica propina de fin de año a los recolectores.

Montevideo, descuidada, desvencijada y desilusionada, está a la espera de quienes tengan ganas de sacarla del pantano en que está sumida. Así como están las cosas no va más.

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