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Vivos criollos

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pedro bordaberry
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En Japón los espectadores pueden ir al fútbol pero no gritar los goles ni alentar a su equipo en forma verbal.

Sólo pueden aplaudir. Esta medida fue tomada para prevenir el contagio del covid-19. Hace unos días dejaron sin efecto el aforo limitado en los estadios pero mantuvieron la prohibición de alentar en forma verbal.

¡Qué educación!

Una medida de ese tipo sería imposible de aplicar en nuestro país y en muchos de la región y el mundo. Prohibir gritar un gol, cantar, alentar o criticar a los equipos desde una tribuna sería una quimera. Con seguridad quien lo plantee sería tildado de loco o falto de la mínima experiencia. “No tiene boliche” le contestarán.

Sin embargo, los japoneses lo hacen. Respetan las normas al extremo de que pueden concurrir a espectáculos y permanecer callados. Se limitan a aplaudir cuando la ley les indica que eso es todo lo que pueden hacer.

Ese respeto por las normas contrasta con nuestras sociedades latinoamericanas donde como sostenía Jorge Luis Borges “la deshonestidad goza de una gran veneración; la llamamos viveza criolla”.

El vivo criollo es ese que saca una ventaja, pequeña o grande, en forma ilegal. Tenemos en nuestro país una tolerancia general a esa conductas que justificamos con frases como “todos lo hacen”o “el vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo”. Así de a poco como sociedad nos vamos acostumbrando a que hay normas que se pueden incumplir.

Manejamos a más velocidad de la permitida tanto en ciudad como en rutas. Salvo que hayan cámaras de multas con radares en cuyo caso reducimos la velocidad exactamente hasta que las pasamos.

Creamos cosas como la prima por presentismo. Los que trabajamos debemos concurrir a hacerlo todos los días. Para ello nos pagan. Ahora bien, como algunos faltaban mucho, se inventó la prima por presentismo por la que se paga un extra por cumplir lo que estamos obligados a cumplir. Es decir, ir a trabajar.

Un día, conversando con el Prof. Germán Rama, le pregunté sobre sus reformas en la Educación. “Lo más revolucionario que hice no fueron las bandejas escolares o las escuelas de tiempo completo. Lo de mayor impacto fue cuando cambié la forma de controlar la asistencia a los centros educativos. “Bajó drásticamente la falta de docentes” me dijo.

El fútbol es un buen ejemplo de actos de viveza criolla. Si un jugador hace un gol con la mano y el Juez lo valida, lo valoramos diciendo que fue una viveza criolla. Si se tira a hacer tiempo o simula una falta, lo mismo. Salvo que juegue en el equipo contrario en cuyo caso insultamos y nos quejamos.

“Hacemos las reglas para los demás y las excepciones para nosotros” sostenía La Rochefoucauld y tenía razón.

Recuerdo estar en la Olímpica cuando se jugaba el partido decisivo para la clasificación al mundial de México 1986. Aplaudí a rabiar cuando un jugador nuestro tiró un limón y movió la pelota en el preciso momento en que un chileno iba a patear un tiro libre. De esta forma nos salvamos de un casi seguro gol. “Qué fenómeno” comentamos todos en la tribuna alabando hasta el infinito ese acto violatorio del reglamento.

Durante muchos años, se ensalzó un acto de un centro delantero compatriota que en un córner tiró tierra a los ojos del guardameta rival y con esa ayuda convirtió un gol.

Nuestros vecinos del Plata tienen como una de las mayores hazañas deportivas de su historia un gol ilegal. Eso sí, convertido “con la mano de Dios”, aclaran sonriendo mientras cantan el apellido del infractor no penado.

De a poco nos vamos acostumbrando a que violar una norma no es tan malo si no nos ven. Si hacemos un gol con la mano, si pasamos un semáforo con la luz en rojo, si mentimos en una campaña electoral o acusamos a otro de algo falso, no importa. Lo que tiene importancia es que no nos descubran.

Esta semana un Intendente del partido de oposición sostuvo que el aumento del boleto era por la suba del precio de los combustibles. Otra Intendenta aprovechó para decir que ante el nuevo precio de los combustibles se iba a estudiar el aumento del boleto. Finalmente ambas intendencias del Frente Amplio aumentaron el boleto.

Lo curioso es que el aumento de los combustibles no incide en el precio de los boletos. Ello porque desde hace años existe un subsidio que mantiene el precio y le reembolsa a las empresas de transporte lo que gastan demás por ello. Es decir, no les afectan los aumentos del precio de los combustibles.

Ese subsidio, además, sale del bolsillo de los ciudadanos que pagan más por el gasoil para que el boleto no suba. Mientras las intendencias son ineficientes, se llenan de funcionarios, gastan en murgas y cosas innecesarias, el FA trasladó a los uruguayos el subsidio que deberían asumir ellas.

Ahora, como buenos vivos criollos, abren la boca y gritan que sube el boleto por el aumento de los combustibles cuando no es así. En lugar de eso debieran hacer lo que hacen los japoneses en los estadios: aplaudir a los productores y ciudadanos que pagamos un gasoil más caro para subsidiar sus ineficiencias. No gritar.

Se creen vivos criollos.

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