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La revolución de Trompita

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pedro bordaberry
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En una muestra de enorme capacidad y visión de estadista, el asesor y vocero de la campaña por el Sí a la derogación de la Ley de Urgente Consideración (LUC), Esteban Valenti, planteó esta semana un tema de gran importancia: si a quienes votarán por el Sí los representará una pantera rosa o una jirafa del mismo color.

Esa preocupación sobre el cartoon es fundamental para el análisis profundo de la propuesta de derogación de la LUC que se votará el 27-M.

Las normas sobre seguridad ciudadana contenidas en la ley, que se han constituido en un aporte fundamental para la baja del delito, no necesitan discutirse. Lo importante es la presencia o no de la pantera.

No importa si Antel, que se decía poco menos que desaparecería ante la portabilidad numérica, sigue gozando de buena salud y capta más clientes que su competencia con la LUC.

No son trascendentes los artículos que permiten una mejor educación. Esa que lleva diecisiete años de retroceso según indican las pruebas PISA.

No.

Para el vocero y estratega del Sí lo que importa es un dibujito animado.

Por suerte, en otra muestra de una capacidad de reacción que lo pone al nivel de los grandes líderes mundiales, ya sustituyó a la pantera por otro integrante del reino animal: una jirafa.

Lo hizo porque los creadores y dueños de los derechos sobre el felino rosado se confabularon con los partidarios del No para perjudicarlo.

Es que a la empresa multinacional propietaria del simpático animalito le debe animar una vocación imperialista de que no se derogue la LUC.

Con seguridad en las oficinas estadounidenses de la Metro analizaron los 135 artículos, la situación geopolítica del Uruguay y la región y decidieron intervenir.

Es lo que tiene el imperialismo, en especial el yanqui. Están todos los días preocupados acerca de lo que pasa en el Uruguay y tratando de influir en nuestro país.

Nada tiene que ver que sean derechos reconocidos por leyes vigentes en el país hace setenta años y tratados internacionales. Se trata solo de una confabulación del imperialismo con representantes locales para someter y perjudicar al pueblo oriental.

¡Qué cabecitas!, decía un periodista deportivo.

Parecen no entender lo que son los derechos de propiedad intelectual.

En la pasada legislatura, el entonces senador Pablo Mieres presentó un proyecto de ley por el que se extendía el plazo de protección de ellos. Norma que por suerte se aprobó y benefició a los artistas y creadores nacionales que desde la barra aplaudieron mientras legisladores del FA discrepaban.

A Ortega y Gasset le llamaba la atención que en algunas tribus de indios de las planicies norteamericanas se castigara el robo de canciones y no el hurto de cosas materiales.

El filósofo y ensayista español veía en eso el inicio de la riqueza derivada de los derechos de propiedad intelectual (música, marcas, filmes, etcétera) de los Estados Unidos.

En Uruguay este es un tema al que siempre se le prestó atención.

En 1907, Carlos Roxlo presentó un proyecto de ley motivado en que se representaban las obras de Florencio Sanchez sin la correspondiente autorización. Se aprobó en 1912.

En 1920, se buscó extender la protección puesto que en España se reproducían, sin autorización de José Enrique Rodó, sus obras “Motivos de Proteo” y “El Mirador de Próspero”.

Leopoldo Lugones reclamaba en ese entonces por ediciones no autorizadas de las de él en Montevideo.

En 1937, se aprobó la ley 9.739 que casi sin modificaciones rigió hasta el 2002 cuando se ampliaron los derechos. La ley de Mieres del 2019 fue en el mismo sentido de proteger a los creadores y músicos.

A algunos les resulta difícil comprender la propiedad intelectual, la protección del creador, porque esa obra no se puede sentir en el tacto. Sin embargo, tiene tanto o más valor que los bienes muebles o inmuebles.

Quizás ese es el problema del vocero y director de la campaña del Sí. No profundiza ni entiende el tema.

Son los nuevos políticos.

Esos que en su libro “Modernidad Líquida” Zygmunt Bauman, un sociólogo, filósofo, ensayista y profesor de la Universidad de Leeds, define cómo los bufones que llegan al poder cuando la verdadera política está en retirada.

Llegan porque dominan las reglas modernas del info entretenimiento, pretendiendo llamar la atención no por el contenido y seriedad de sus propuestas sino porque entretienen hablando de cosas intrascendentes pero llamativas.

Así es que para ellos el principal tema de un referéndum con el que pretende derogar una ley que ayuda a tener mejor seguridad, mejores servicios o educación es si pueden utilizar un dibujito animado y presentan como su gran logro ¡recurrir a una jirafa!

Eso sí, rosada.

El partido de Seregni y el gremio de D’Elía hoy son representados por este personaje lo que lleva a preguntarse ¿dónde quedaron aquellos sueños y utopías de la revolución?

Dado quien los representa y es su estratega y vocero hoy, sugerimos utilizar otro animal: un elefante.

Pero no cualquier elefante sino ese chiquito al que la mamá le decía “pórtate bien Trompita sino…”

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