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A favor de la vida

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pedro bordaberry
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En un pasaje del “Poema de los Dones” Jorge Luis Borges dice que se “figuraba el Paraíso bajo la especie de una Biblioteca”.

En diez años como legislador encontré ese paraíso en la Biblioteca del Palacio Legislativo. Un edén de libros, tranquilidad y paz entre debates e interpelaciones.

En una de las visitas a ese maravilloso lugar encontré una edición antigua del libro “La Ideología de Batlle” de Antonio M. Grompone. Conocía ediciones recientes del mismo pero esta traía, como anexos, artículos y discursos de José Batlle y Ordóñez.

Uno de ellos es la transcripción de un mensaje de Batlle en radio. En él se ocupa de la madre y del niño, tanto el nacido como aquel por nacer.

Cité estas afirmaciones hace unos años cuando se discutió en Cámara la ley de aborto puesto que hubo quienes pretendieron hacerla aparecer como “batllista” cuando a mi juicio no lo era. Esa cita provocó algunos enojos y reproches según recuerdo.

Como defensa apelé al anexo que, no entiendo por qué, no fue incluido en ediciones posteriores a esa primera de la editorial Maximino García.

En el mismo José Batlle y Ordóñez se pronuncia en forma categórica a favor de salvaguardar la vida del niño. Sus palabras son claras y contundentes: “Queremos salvar su vida en su azaroso comienzo” dice.

Luego hace referencia no solo al nacimiento sino incluso al tiempo anterior al mismo cuando expresa “¿Cuántos perecen en las entrañas de la madre que no osó afrontar a sus acusadores, y busca en la muerte para ella y para el hijo ilegítimo, un refugio seguro?”.

Por ello el programa de gobierno que presentaba en los primeros años del siglo pasado contemplaba medidas para asistir a esas madres en los días previos al alumbramiento, en los días posteriores a este, en la lactancia con salas-cuna, prohibía el trabajo de los menores de edad, etcétera.

Batlle fue sin lugar a dudas un vanguardista. Se podrá estar de acuerdo o no con lo que proponía pero no hay dudas que se animó a plantear temas y cambios que parecían imposibles para su época.

Esos cambios, sin embargo, no eran por el solo hecho de cambiar sino fundados en principios y convicciones profundas. Convicciones que además eran compartidas por muchos uruguayos de su tiempo.

Con el correr de los años cada vez que se postula un cambio se le rotula de avanzado o de batllista solo porque es un cambio. Creo que eso es lo que sucedió con la ley del aborto.

En estos tiempos que el filósofo Zygmunt Bauman definió como “modernidad líquida” todo parece estar en constante renovación y cambio.

Según Bauman estamos ante una realidad líquida basada en el individualismo que convierte todo en algo temporal e inestable y que carece de aspectos sólidos. Cambiamos de ropa, de celular, de lugar donde vivimos, de pareja, de trabajo y, muchas veces, nos enfocamos en lo individual, el goce y lo inmediato.

Algunas cosas perduran pese a esa liquidez. Los vínculos entre padres e hijos por ejemplo, o la necesidad humana de certeza y seguridad en las relaciones o los derechos inherentes a la personalidad humana.

Perviven, como rocas que se oponen a esa liquidez, los derechos que nuestra Constitución protege y menciona en forma expresa en el artículo 7 como la vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. A lo que se suman los derechos derivados de la personalidad humana y la forma republicana de gobierno citados también a texto expreso por el artículo 72 de la Carta.

Todos ellos son importantes pero hay uno sin el cual los otros no existen: el derecho a la vida. Si no hay vida no hay honor, no hay libertad, no hay seguridad, no hay trabajo, no hay propiedad. En realidad sin vida, no hay na-da. No es que el derecho a la vida sea superior a otros derechos sino que es tan importante como todos los demás.

De ahí que la defensa de la vida debe ser siempre la guía, el objetivo, el bien superior a preservar. Si estamos de acuerdo en ello, todo lo demás se da por añadidura.

Lo que es vital tener en cuenta en esta modernidad líquida y consumista en que nos toca vivir.

Volviendo a Batlle y el libro de Grompone no hay dudas que este estaba a favor de la vida. Entre la vida del niño en las entrañas y la condena social de la época por concebir un hijo sin cumplir con las solemnidades se debe proteger a este, afirmaba.

Hay que protegerlo en especial dice “al derrumbarse el juicio de la pobre madre, casi siempre, también, una niña, ante la necesaria confesión de la falta, que ella como sus acusadores reputa inmenso delito”.

Viene al caso el recuerdo cuando hoy se habla de cuidados paliativos, asistencia al suicido o de eutanasia.

La modernidad líquida a que refiere Bauman encuentra en este tema un nuevo capítulo.

¿Preservar lo sólido, el derecho a la vida a través de cuidados paliativos que hoy aseguran la falta de sufrimiento? ¿O tomar por el atajo de asistir al suicidio o ir por la eutanasia, muchas veces practicada a quien ante la inminencia de la muerte tiene su juicio derrumbado?

¿El atajo del individualismo o la defensa de los derechos derivados de la personalidad humana?

Primero la vida.

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