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"Relato" y olvido

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Pablo Da Silveira
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No solo en la Argentina de los K se construyó un "relato" a la medida del poder.

Lo mismo se hizo en el Uruguay del Frente Amplio. Y aunque aquí no se ha llegado a los peores excesos que ocurrieron del otro lado del río, la lógica de la narración es similar. Lo que básicamente cuenta ese relato es que, al cabo de un largo período en el que las fuerzas populares vencieron obstáculos y acumularon fuerzas, la llegada del "progresismo" marcó el inicio de una etapa única y superadora, que opaca todo lo anterior. Por esa razón, cualquier error, fracaso o traición que pueda atribuirse al progresismo gobernante será juzgado insignificante.

Imponer este relato refundacional en un país como Uruguay planteaba algunas dificultades. A diferencia de otros países de América Latina, el nuestro tiene una historia difícil de minimizar.

¿Cómo pretender que no pasó nada en un país que abolió la esclavitud dos décadas antes que Estados Unidos y más de cuarenta años antes que Brasil; que aprobó su primera ley de seguridad social en 1835, que hizo una de las reformas educativas más exitosas del siglo XIX, que fue vanguardia mundial en materia de legislación laboral (desde los proyectos de Roxlo y Herrera en 1905 hasta las leyes aprobadas en 1914, 1915 y 1920) y en 1925 consolidó uno de los sistemas electorales más confiables del planeta?

¿Cómo olvidar que este país fue capaz de absorber inmensas masas de inmigrantes, democratizar las oportunidades y lograr una convivencia que combinaba una alta integración social con excelentes niveles de seguridad pública?

¿Cómo ignorar que este país fue tan desacomplejado e integrado al mundo que estuvo entre los primeros en adoptar el sistema métrico-decimal (en 1862, cuando todavía no se habían firmado los acuerdos internacionales que lo consolidaron), hizo de Montevideo un modelo de desarrollo urbano, organizó el primer mundial de fútbol e hizo una exhibición de eficiencia y dominio de la tecnología de la época al construir el Estadio Centenario en apenas seis meses?

¿Cómo desconocer que este país tuvo durante décadas la mejor distribución del ingreso y los mejores indicadores sociales de América Latina, al tiempo que acumulaba más años de democracia que buena parte de Europa?

La solución para los constructores del "relato uruguayo" fue simple: en lugar de tener en cuenta lo ocurrido durante casi dos siglos de vida independiente, el relato frentista redujo el Uruguay del pasado al Uruguay golpeado por la crisis de 2002. Y como ese fue un momento muy duro, en el que las condiciones de vida y el funcionamiento de la economía se deterioraron dramáticamente, casi no hay comparación que no los favorezca.

Todo un pasado sustituido por una coyuntura desgraciada. El modo en que se ha abusado de esta maniobra llega a extremos asombrosos. Por ejemplo, hace algunas semanas se festejaba como un hecho inédito que en el Uruguay de hoy tengamos un porcentaje de pobreza de un dígito. Pero, si bien esa cifra es una excelente noticia y un gran avance respecto de los niveles de 2003-2004, alcanza con mirar los datos oficiales para verificar que ya se había alcanzado en el Uruguay de los demonizados años noventa.

La táctica es olvidar para poder aplaudir. De paso, esta amnesia sirve para disimular aquello en lo que venimos retrocediendo. Por ejemplo, hace menos visible nuestro deterioro como República.

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