Publicidad

“Relato” y números

Compartir esta noticia

Aunque sin llegar a los extremos alcanzados al otro lado del río, también en este país se ha construido un relato. Ese relato dice que el Uruguay gobernado por los partidos fundacionales era un horror de desigualdad y de exclusión, hasta que llegó el Frente Amplio y trajo la justicia social y las políticas inclusivas. Claro que algunas cosas no salieron del todo bien en estos años y todavía hay mucho por hacer, pero eso se debe a los terribles déficits heredados.

Aunque sin llegar a los extremos alcanzados al otro lado del río, también en este país se ha construido un relato. Ese relato dice que el Uruguay gobernado por los partidos fundacionales era un horror de desigualdad y de exclusión, hasta que llegó el Frente Amplio y trajo la justicia social y las políticas inclusivas. Claro que algunas cosas no salieron del todo bien en estos años y todavía hay mucho por hacer, pero eso se debe a los terribles déficits heredados.

Es frecuente que, a la hora de justificar esta historia, se intente apelar a los números. Pero como los números no colaboran, se suele recurrir a algunas estrategias de maquillaje. Una de ellas consiste en comparar períodos cuidadosamente seleccionados. Por ejemplo, a la hora de hablar de la caída de la pobreza se compara con el Uruguay inmediatamente posterior a la crisis de 2002, pero se dejan de lado los datos sobre la primera mitad de los noventa (y desde luego no se dice nada sobre los costos de las respectivas políticas).

Otra estrategia consiste en actuar como si no hubiera datos sobre el pasado. Esto es lo que se hace, por ejemplo, en el caso de la educación. Para justificar los horribles resultados actuales en términos de abandono y calidad de aprendizajes, se dice que en estos años la educación hizo un inmenso esfuerzo por incluir. Dado que ingresó al sistema muchísima gente que no ingresaba, es inevitable que tengamos dificultades.

El problema de esta explicación es que es ridículamente falsa. Por eso no se hace la menor alusión a lo que ocurrió en décadas anteriores. La simple razón es que, si lo hacemos, el relato se hace trizas. Veamos algunas cifras oficiales.

¿Estamos en un período de excepcional crecimiento de nuestra enseñanza primaria? La verdad es lo contrario. En el año 1950 había en el país 249.393 escolares. En 1960 había 319.904. Eso representa un aumento de más de 70 mil alumnos en 10 años o, dicho de otro modo, una expansión del 28%. En 1970 la matrícula total había trepado a 396.630, lo que significa se habían incorporado 80 mil escolares más. Esto significa un crecimiento del 24% respecto de 10 años atrás.

¿Qué ha pasado recientemente? La matrícula de primaria, lejos de crecer, se redujo. En 2004 había 367.428 escolares. En 2014 había 323.695, es decir, unos 44 mil alumnos menos o una caída del 12%. Por razones básicamente demográficas, el número total de escolares se ha contraído. ¿Cómo se puede explicar que, en condiciones tan poco desafiantes, casi uno de cada tres egresados de primaria deba repetir en cuanto sale de la escuela?

¿Y qué ha pasado con la educación media, es decir, con la suma de Secundaria y UTU? En 1950 había 44.107 alumnos y en 1960 había 88.413. Quiere decir que la matrícula se duplicó en diez años. En 1970 había 166.939 inscriptos, lo que significa que la matrícula volvió a duplicarse. En cambio, entre 2004 y 2014 el número total de alumnos de la educación media pasó de 306.417 a 339.271 alumnos, lo que representa un modesto crecimiento del 11%, diez veces menor al que se registraba hace unas décadas.

En el Uruguay de los partidos fundacionales, nuestra educación fue capaz de crecer explosivamente al mismo tiempo que aseguraba calidad. Hoy, nuestra educación decrece o apenas crece, al mismo tiempo que se desfonda en términos de calidad.

Eso dicen los números. Lo demás es “relato”.

SEGUIR
Pablo Da Silveira

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad