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La rana y la libertad

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En su edición del domingo 5 de julio, este diario publicó una entrevista de esas que hay que guardar. La presidenta del Frente Amplio, senadora Mónica Xavier, anunció en esa nota su apoyo a una reforma constitucional que limite las competencias del Poder Judicial, declaró que la actual Constitución sobrevalora la propiedad privada y sostuvo que quienes defienden el texto vigente defienden “un concepto atávico de la libertad”.

En su edición del domingo 5 de julio, este diario publicó una entrevista de esas que hay que guardar. La presidenta del Frente Amplio, senadora Mónica Xavier, anunció en esa nota su apoyo a una reforma constitucional que limite las competencias del Poder Judicial, declaró que la actual Constitución sobrevalora la propiedad privada y sostuvo que quienes defienden el texto vigente defienden “un concepto atávico de la libertad”.

Como es ritual entre los voceros del Frente Amplio, Xavier también se encargó de descalificar a quienes no coincidan con sus ideas, acusándolos de actuar “por intereses de dominación política o ideológica”. O sea: cuando hablo yo lo hago por razones genuinas, pero cuando hablan mis adversarios lo hacen por motivos espurios. Toda una lección de tolerancia y cultura democrática.

Una manera de interpretar las propuestas de Xavier consiste en enmarcarlas en el contexto regional. En los últimos veinte años América Latina ha sufrido una verdadera epidemia de reformas constitucionales. El récord lo tiene Nicaragua, que introdujo cambios en 1995, 2000, 2005 y 2014. Ecuador lo hizo en 1998, 2008 y 2011. Venezuela en 1999 y 2009. Bolivia en 2009 y 2013. Esta lista no incluye los intentos fallidos, como el de Venezuela en 2007 o el de Argentina en 2012.

Todas estas reformas comparten algunas orientaciones, como el fortalecimiento del Poder Ejecutivo, la pérdida de independencia del Poder Judicial, la prolongación de los mandatos presidenciales y la imposición de límites a la libertad de prensa. Es lo que puede llamarse la “doctrina constitucional bolivariana”. Y lo preocupante es que las propuestas de Xavier apuntan en la misma dirección.

Pero hay todavía algo peor. Hace 15 o 20 años, ningún político importante de este país se hubiera atrevido a calificar de “atávica” a una defensa de la libertad. Tal vez lo pensara pero no lo hubiera dicho, porque eso iba contra nuestras mejores tradiciones y contra la revalorización de la libertad a la que condujo la experiencia de la dictadura.

En aquel Uruguay estaba claro que la libertad no se adjetiva, y que quien lo hace (o adjetiva su defensa) es su enemigo. Hoy, en cambio, la presidenta del partido de gobierno lo hace sin pagar mayores costos. Es el resultado de unos cuantos años de acción y de discurso político que empiezan a erosionar cosas muy básicas entre nosotros. Como la rana en la olla, no nos damos cuenta de que el agua está subiendo de temperatura.

¿Será que otra vez la izquierda va a embarcarnos en una locura colectiva como consecuencia de su desprecio a la libertad? Ya lo hizo en los años sesenta y setenta, cuando se dedicó a atacar las “libertades formales” y la “democracia burguesa”. No solo el MLN decía esas cosas, sino también, entre otros, el Partido Socialista del que hoy es dirigente Mónica Xavier. Ya lo hizo en febrero de 1973, cuando salió a apoyar el “golpe peruanista” que traería la reforma agraria a punta de bayonetas. Y volvió a hacerlo cada vez que aduló a dictadores, desde Stalin hasta el rumano Ceausescu, al que el Partido Socialista de Xavier enviaba telegramas de felicitación pocos días antes de caer.

¿Tendremos que volver a pasar por el derrumbe del orden constitucional para que la izquierda recuerde lo importantes que son esas “formalidades”? Sería bueno conocer la opinión del presidente Vázquez al respecto.

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Pablo Da Silveira

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