Publicidad

Mundo sin responsables

Compartir esta noticia
SEGUIR
Pablo Da Silveira
Introduzca el texto aquí

José Mujica volvió a emitir una de esas frases que muchos repiten sin llegar a entender del todo: "Lo que está pasando en Venezuela no es culpa de Maduro". O sea: un personaje que disolvió un parlamento democráticamente electo, que alentó a las fuerzas represivas estatales y paraestatales a cometer crímenes, que justificó la muerte de estudiantes y está condenando a un pueblo entero al hambre y a las privaciones más terribles, no tiene responsabilidad sobre lo que ocurre. Él solo pasaba por ahí.

Como declaración política, esas palabras son de una debilidad pavorosa. ¿Por qué Maduro no es responsable de sus crímenes y Pinochet sí lo era? Es notorio que los dos tienen sangre en las manos. La diferencia es que el dictador Pinochet estaba en el bando contrario al de Mujica y el dictador Maduro está en su mismo bando. Si todos aplicaran la misma lógica, la justicia desaparecería del mundo.

Pero las palabras de Mujica no solo expresan un penoso posicionamiento político: además encierran toda una concepción moral que, lamentablemente, no es solo suya sino de buena parte de nuestra izquierda. Esa concepción dice que la responsabilidad moral individual no existe. Todo se explica en función de condiciones contextuales o de tendencias históricas.

Maduro no es responsable de lo que ocurre porque el petróleo lo contaminó todo. Los que en Uruguay asaltan y matan no son responsables porque son víctimas del capitalismo. Los Kirchner o Lula no deben responder por ningún acto de corrupción porque (supuestamente) lucharon contra la pobreza. Cuando las fallas y errores del Frente Amplio se vuelven inocultables, se diluyen diciendo que no son propias de la coalición sino de todo el sistema político. Y así seguimos.

Un mundo sin responsables es un mundo en el que no se puede pedir cuentas a nadie. Eso deja desprotegidos a quienes son víctimas de la incompetencia, la desidia, la parcialidad o la perversidad de quienes toman decisiones. Si Bonomi no es responsable de la ola de inseguridad que padecemos, ¿ante quién podemos reclamar los ciudadanos? Si Sendic no es responsable de los mil millones de dólares despilfarrados en Ancap, ¿qué seguridad tenemos de que algo así no vuelva a ocurrir?

La disolución de responsabilidades conduce a la desprotección, pero además destruye el principio de autoridad. Co-mo Hannah Arendt dijo hace medio siglo, una condición para ejercer la autoridad legítima es asumir el rol de representante de un orden establecido. Ese orden podrá tener defectos, pero de momento es el que tenemos. Quien ejerce alguna forma de autoridad debe hacerse cargo de él y hacerlo funcionar mientras no tengamos otro mejor. Si nadie quiere asumir esa responsabilidad, si todos prefieren jugar el papel de cuestionadores, entonces no habrá ningún orden sino únicamente poderes fácticos, como en un gigantesco Quincho de Varela. Exactamente la clase de situación que parece fascinar a Mujica.

El presidente Mujica es un político hábil y muy exitoso. Nadie pone en duda esas cualidades. Pero lo curioso es que algunos lo consideran profundo. Eso los lleva a aceptar reverencialmente todo lo que dice, como si se tratara de un oráculo. Pero alcanza con escuchar con un poco de atención para descubrir que la mayor parte de las cosas que dice caen en una de dos categorías: o son dañinas, o no tienen sentido.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

José MujicaPablo Da Silveira

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad