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Otras izquierdas

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Ciudadanos es el nombre de uno de los nuevos partidos políticos que han cambiado la escena política española. Las ideas que defiende son claramente de izquierda. Pero no el izquierdismo filochavista de Podemos, sino un izquierdismo institucional y democrático.

Ciudadanos es el nombre de uno de los nuevos partidos políticos que han cambiado la escena política española. Las ideas que defiende son claramente de izquierda. Pero no el izquierdismo filochavista de Podemos, sino un izquierdismo institucional y democrático.

El partido fue fundado en 2006, a partir de un movimiento de intelectuales surgido en Barcelona. Desde allí se extendió velozmente a toda España. En las elecciones europeas de 2014 fue votado por medio millón de españoles, lo que le permitió acceder al Parlamento Europeo.

Ciudadanos viene publicando una serie de documentos que presentan diferentes áreas de su programa de gobierno. El último de ellos, difundido hace pocos días, se llama “Un pacto nacional para la educación”. Es muy interesante conocer sus ideas y compararlas con las propuestas educativas de la izquierda que nos gobierna.

Mientras el Frente Amplio festeja el aumento del gasto educativo como un logro en sí mismo, el programa de Ciudadanos sostiene que “no se trata solo de gastar más dinero. Inyectar más dinero es la parte más fácil. Modificar el sistema para hacerlo mejor depende mucho menos del dinero que de factores organizativos y de introducir los incentivos adecuados”.

Mientras el Frente Amplio y sus aliados sindicales parecen asustarse ante cualquier propuesta que implique cambios genuinos, la izquierda de Ciudadanos recomienda ir a fondo: hay que construir “un nuevo modelo educativo (…) sin miedo a la innovación”.

El documento defiende una serie de medidas que aquí son anatema. Por ejemplo, recomienda otorgar “más autonomía a los centros, a la par que mayor responsabilidad en función de los resultados”. Como parte de ese proceso, propone “currículos más flexibles” y “atribuir mayores competencias a los directores, en particular las referidas al ejercicio de la dirección pedagógica, a la determinación de requisitos de especialización y capacitación profesional para los puestos del centro, al nombramiento de las personas responsables, a la potestad disciplinaria”. También recomienda otorgar un papel más activo a las familias y reforzar los mecanismos de rendición de cuentas ante la sociedad: “la autonomía puede resultar ineficaz si los alumnos, sus familias, los educadores y la administración no disponen de la máxima información sobre los méritos de cada centro al formar a sus estudiantes”. Esa información debe provenir, entre otras fuentes, “de pruebas estandarizadas sobre un amplio conjunto de competencias cognitivas que permitan comparar el desempeño de los centros educativos”.

Además de proponer medidas, el documento se pronuncia sobre algunos puntos de carácter conceptual. Por ejemplo, denuncia como falsa la oposición entre excelencia educativa y justicia social: “Nuestro modelo educativo se basará en una apuesta más ambiciosa por la equidad y la igualdad de oportunidades pero también por un mayor desarrollo del talento y las capacidades propias de cada estudiante para que pueda llegar tan lejos como se proponga”. Nada de exigir menos para (supuestamente) incluir más.

El problema no es que el FA sea de izquierda. El problema es que se ha convertido en la expresión institucional y política de una izquierda anquilosada, cargada de compromisos y temerosa de la innovación, que ya no guarda casi ningún punto en común con las izquierdas modernas que existen en el mundo.

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Pablo Da Silveira

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