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Mirar hacia adelante

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Gustavo Penadés

En estos días se conoció una disposición dictada por el Codicen, por la que se habilita a no computar a los alumnos hasta cuatro faltas cuando las mismas encuentren fundamento en la celebración de festividades religiosas, extendiéndose, dicho beneficio a las instituciones privadas.

La medida parece oportuna y se aleja del criterio adoptado por la Universidad de la República cuando rechazó la solicitud de la Asociación Adventista del Séptimo Día de que se exonerara a sus miembros y a los de otras religiones que observan el sábado, de asistir y rendir exámenes en ese día.

Ahora bien. Resulta llamativo que demostrando en la especie tanta sensibilidad, no se proceda de la misma forma en relación a lo que tiene que ver con la Historia Reciente.

Ya en varias oportunidades y en variados ámbitos nos hemos referido a la necesidad de ser muy prudentes a la hora de examinar el período que aborda; pero, por sobre todo, al ofrecer, desde el Estado, una visión del mismo. Los argumentos que indican la razonabilidad de tal proceder son varios; quizás, uno de los más fuertes es el que tiene que ver con la condición de protagonista que invisten algunos de quienes se dedican a ese objeto de estudio. Naturalmente, será muy dificultoso para quien, por ejemplo, integró una organización guerrillera desvincularse de sus vivencias y sentimientos, a la hora de analizar la génesis del golpe de Estado. Como lo será también, para quien hubiera militado en el polo opuesto. Así entonces, al igual que el investigador debe actuar con suma prudencia, las exigencias son muchísimo mayores para quienes ejercen en solitario el poder. Se corre el riesgo de caer en la tentación -muy humana por cierto- de imponer una visión única de los hechos.

Y, cuando dicha visión es multiplicada por quienes tienen la tarea de formar a los formadores, a niños y a jóvenes, el tema adquiere una enorme dimensión.

Sobre todo, porque se propende -a pesar de lo declamado- a ofrecer un panorama de los sucesos que terminan por concluir en que los integrantes del Frente Amplio fueron los únicos sufrientes durante la dictadura, que ésta vino porque sí, y que en su gestación nada tuvieron que ver. Tampoco tuvieron que ver con el Pacto del Club Naval y todo lo que vivimos después. Se enfatiza en el sufrimiento, lo cual es cierto. Muchas personas y muchas familias, de una u otra forma, sufrieron; mas no advierten que ese sufrimiento no es patrimonio de x o de z, sino que es el de una sociedad en la que, en una etapa de su historia, la violencia le ganó a la política.

Ante estas afirmaciones, el gobierno argumenta que ha procedido siempre con ecuanimidad, pluralismo y transparencia; y la verdad es que eso no ha sido así. Los ejemplos son variados. Quizás los dos más significativos sean la actitud de la dirigencia del Frente Amplio de apoyar el referéndum para modificar la Constitución y anular la Ley de Caducidad; y el otro, especialmente grave, a la luz de lo que venimos tratando, es el de no querer que la oposición integrara la Dirección de la Educación.

Qué bueno sería que pensando en los años que tenemos por delante se entendiera que en algún momento tenemos que parar, asumir como nación nuestros errores, aprender de ellos y, unidos, mirar hacia delante.

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